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Puerto ciclista

Puerto ciclista

Otro dia decidimos ir a Francia, pero primero fuimos a ver la estación eléctrica Carboneco Neoelectra y la piscifactoría de Nacarii que estaba justo al lado. Desde la alambrada vimos cómo seleccionaban los esturiones,  los atrapaban con una red, les metian en una bañera y les examinaban, devolviendo al agua la mayor parte de ellos, imagino que devolverían los que no tenían las huevas del preciado caviar que ellos comercializan. El trabajo era inmenso porque levantar a pulso unos peces tan grandes requiere mucho esfuerzo y tiene que ser agotador. Siguiendo carretera adelante llegamos a Les Baigneres de Luchon por el puerto de Portillon, de 1.300 m de altura, con unas vistas impresionantes y lleno de curvas de herraduras. Luchon es famoso por sus aguas termales, tiene un balneario moderno y al lado está el decimonónico que le precedió estilo Belle Epoque asentado en una plaza florida con hoteles antiguos a su alrededor, rehabilitados y relucientes con sus balcones de hierro forjado y sus fachadas adornadas de esculturas. Visitamos el balneario moderno y la iglesia Notre Dame de la Assomption, diferente a las nuestras, donde el organista estaba ensayando. Me recordaba al Santuario de Lourdes. Callejeamos por una ciudad muy tranquila y silenciosa, con muy poca gente, casi todos de nuestra edad. La calle Mayor tenía bares, restaurantes y tiendas pero muchas estaban cerradas por fin de temporada. Me hubiera gustado quedarme en una Creperie que llevaba anotada pero tambien estaba cerrada y como los "plat du jour" que anunciaban algunos restaurantes no ofrecían nada interesante, consideramos que Luchon ya estaba visto y decidimos coger el camino de vuelta con destino a Les para comer aquí algo a la brasa. Entre medias paramos en la bonita cascada de Sidonie y también en un mirador donde había un monumento con los nombres  de los ciclistas españoles que un día ganaron el Tour de Francia, destacando Bahamontes e Induráin. Bajamos le Portillon entre curvas cerradas y llegamos a Les. Allí comimos en un restaurante sobre el río Garona al que veíamos fluir con fuerza en busca de su desembocadura en Francia. El sol empezaba a darnos en la mesa y tuvimos que aproximarnos a la mesa de una pareja francesa de nuestra edad que estaba al lado, disfrutando de una apatitosa paella con su sangría, algo que hemos observado en toda la ruta pues hay numerosos restaurantes que ofrecen este combinado levantino que estos franceses se pirran por degustar. Nosotros preferimos las cosas que preparan a la brasa y comimos muy a gusto en esta refrescante terraza protegida del sol, un rico menú de ensaladas, una catalana con embutidos y la otra de un espumoso rulo de queso de cabra con frutos secos, luego un par de generosos entrecots de buey a la parrilla con pimientos verdes y patatas fritas caseras que estaban divinos. Todo fue tan delicioso y abundante que no pudimos pedir postre y nos lo sustituyeron por un café e infusión. Luego para bajar la comida y aunque ya lo conocíamos, paseamos hasta San Blas bajo el castillete medieval del otro día y estuvimos sentados a la sombra de un tupido árbol disfrutando de una brisa suave y cálida alargando esa tarde otoñal tan bella, preludio de nuestro fin de estancia en este inmenso paraiso de hipnotizantes montañas.

Al sur de Vielha

Al sur de Vielha

Tras ver las ermitas e iglesias del valle de Aran, otro dia nos dirigimos al valle de Boi Taull, a una hora al sur de Vielha bajando por su túnel de 5 km. Fácilmente la carretera te conduce al primer lugar de visita, a Sant Climent de Taull, y lo primero que percibes es que te has encontrado en un lugar donde más de mil años atrás ya entraba gente como tú a vivir el encuentro con Dios. Era fácil porque estaba representado en las bóvedas, en todas las paredes del templo y con sólo pasear tu vista por ellas te quedabas enfocado en el mensaje que transmitían esas líneas de color. Cogimos entrada para ver 3 iglesias, todas románicas, con restos de pinturas y su característica estructura, pero luego nos animamos y vimos cuatro iglesias más, incluso nos atrevimos a subir cuesta arriba por el monte hasta la ermita de San Quirc de Durro, donde hay un observatorio de estrellas. Empezando por la famosa San Climent, donde impresiona su ábside central con el Pantocrátor que pudimos apreciar como fue en su momento por la proyección que nos pusieron simulando cómo fueron las pinturas románicas con influencias bizantinas de aquella época, tal como están en la foto. Seguimos adelante y arriba en la plaza estaba otra de las iglesias del valle, la de Santa Maria de Taull, con pinturas en los laterales. La siguiente fue la de Sant Joan de Boí, sencilla, con algun resto de pintura y un retablo barroco a la entrada. Más tarde llegamos a Santa Eulalia d’Erill, con un curioso Descendimiento de madera encima de la viga de madera del altar, copia del que hubo en época románica. Como no teníamos ganas de comer porque desayunamos de maravilla, aprovechamos el mediodia para andar un poco y llegamos a Barruera. De aquí fuimos a ver la cascada de Darro. Luego, desde la carretera vimos una cascada muy alta, cerca de una central, y nos metimos para verla más de cerca. Allí estaba el río que se juntaba con la salida de la cascada, un espectáculo precioso. Me daban ganas de meter los pies en el agua porque el día estaba espléndido, pero imaginé que tenía que estar helada, asi que nos fuimos a ver la iglesia de Sant Feliu de Barruera y la de la Natividad de Durro, edificio un tanto raro tras haberla efectuado variadas reformas durante todos estos siglos. Dede allí subimos andando hasta San Quirk, porque quienes no son vecinos tienen prohibido subir por su carretera, y entre senderos cuesta arriba llegamos resoplando hasta la ermita, a 1.550 m de altura, una ermita románica con espadaña cerrada que tiene en su campa un mirador de estrellas y por supuesto, unas vistas magníficas. Nos costó mucho subir por senderos empinadisímos, pero mereció la pena alcanzar esa altura para disfrutar de las vistas. Lo que tiene el valle de Tahull es que todas sus iglesias son patrimonio mundial, y ves cómo tienen la misma forma: nave central, algunas tienen más de una nave al haberlas mezclado con los estilos de moda, la torre o campanario característico de 6 alturas con variadas ventanas dobles en los cuatro lados y tres absides siendo más grande el central. También verás tallas de la Virgen, de Jesús crucificado o de los Santos de la advocación, todas de pequeña hechura, como nos gustan a nosotros porque nos recuerda nuestro románico y una fe sin alardes ni florituras. La influencia lombarda en estas construcciones es evidente: las arcuaciones ciegas, los frisos de dientes de sierra y las lesenas o bandas lombardas, con presbiterio más o menos ancho; cubierta de madera y pinturas murales, que ahora son copias porque las originales fueron llevadas al MNAC o al obispado de Vic. En los años 20 del siglo pasado hubo intereses extranjeros que compraron estas pinturas para llevarlas a EEUU sobre todo. La Diputación se enteró y las recompró iniciando un proceso de restauración de las iglesias y sus pinturas. Afortunadamente las tenemos en nuestro país para nuestro disfrute y futura visita a estos museos. Al final del día llegamos al hotel con más objetivos cumplidos que los planificados, de modo que al volver del valle de Tahull, regalado por otro precioso dia lleno de sol, lo celebramos con nyestro champán fresquito y nuestros petit fours.

Al oeste de Vielha

Al oeste de Vielha

El segundo dia, tras desayunar en un sitio donde se liaban bastante y la tostada de tomate era un insulto a las tostadas de tomate, fuimos a la oficina de Turismo para informarnos sobre los horarios de la Mina Victoria, pero nos dijeron que sólo la abren en julio y agosto y luego en la temporada de esquí. Aquí las temporadas bajas son diferentes de las nuestras por el tema de la nieve, así que tendremos que programar otro viaje en temporada alta para ir al telesilla, visitar esta mina y alguna central hidroeléctrica. Al salir de la oficina nos pusimos en marcha para ver las iglesias de la zona oeste. Comenzamos por la de Casau, Sant Andreu, con mezcla de estilos, el edificio es románico del siglo XII, la puerta gótica y tiene una torre enorme del siglo XVII. Sus pinturas y ornamentos litúrgicos también te llevan al siglo XVII. Después vimos la iglesia de Gausac: San Martín de Tours, era la iglesia que veíamos iluminada desde el balcón de nuestro hotel. Caras graciosas en las ménsulas y una portada gótica aportalada con bóveda. Tiene un Cristo esculpido en la fachada que antes estuvo en el tímpano de la anterior iglesia románica. A continuación visitamos San Felix de Vilac a 2 km al oeste de Vielha, iglesia románica del S XII y la cabecera de la sacristía es neoclásica. El pie de altar tambien conserva el original románico. La portada tiene cuatro arcos de medio punto en degradación protegidos por un guardapolvo decorado con el típico ajedrezado originario de Aragón y Navarra. El tímpano presenta un curioso trabajo escultórico con la representación de la figura de Cristo, coronado y entronizado rodeado por el Tetramorfo. Otro elemento destacable es la lápida de origen funerario encastada en la parte superior de la portada. Su torre es enorme con ventanas góticas y ménsulas con caras amables. En las paredes hay piedras con restos de dibujos románicos. Está enclavada en un parque con fuente y unas vistas espléndidas y no hay pasos de piedra sino un verde césped muy bien cuidado por donde paseas hasta llegar a la portada. Luego en Montcorbau vimos la iglesia románica de San Esteue donde hubo un ábside románico que se sustituyó por un ábside poligonal de estilo gótico. Durante el período barroco, se incorporaron cinco capillas en los laterales de la nave que han dado lugar al aspecto actual de la iglesia, Tiene pinturas murales del s XVIII con paisajes bíblicos. El pórtico es del s XVIII y se le incorpora un Cippus romano del siglo III en la fachada. Junto a él figura un escudo abacial y el Crismón románico. También el suelo del recinto es todo de hierba pero no estaba tan cuidado como en la de Vilac. Pasamos de largo Betlan donde estaba la iglesia de Sant Peir, porque teníamos muy mal acceso por la carretera de entrada, asi que lo dejamos para otra ocasión. Luego llegamos a Santa Maria de Vilamos a 12 km de Vielha. Estábamos a 1300 m de altura porque subimos por una carretera muy montañosa llena de curvas de herradura,  estrecheces y precipicios. La iglesia era románica del s XII, con cabeceras del s XVI y portada neoclásica de principios del siglo XIX, crismón románico y en las paredes exteriores se veían pegadas algunas losas funerarias romanas de los s III y IV. Luego estuvimos en Bossost, a 15 km del hotel. Allí comimos en una terraza junto al rio llena de franceses poniéndose tibios a paella con sangría. La comida estaba muy orientada a sus gustos pues los aliños de la ensalada se afrancesaban por la mostaza. Comimos un rico paté casero con su pan recién tostado, moules y trucha del rio Garona. Los postres caseros eran regionales: la típica crema catalana y un generoso pastel de queso con sus frutos rojos. En Bossots vimos la Iglesia de la Purificación o Mare de Deu dera Purificación, románica, pequeña, con 3 ábsides, gran presbiterio y la imagen de la Virgen con el Niño bendiciendol. Había otra capilla con un Cristo con la Cruz en la izquierda y un arca con los apóstoles en la de la derecha. El coro era de madera. La torre de esta iglesia junto a la de Vilamós, son las 2 únicas torres del valle de Arán puramente románicas. El pueblo tiene 7 ermitas pequeñas y sólo pudimos ver la de San Sebastián al otro lado del rio. Paseando por la orilla del Garona, vimos dos pequeñas centrales hidroeléctricas, una de ellas parecía en desuso y en la otra Pedro se subió para hablar con los operarios de la central. Le dijeron que producían 250 KW. Ya por la tarde llegamos al pueblo de Les y antes de llegar a nuestro objetivo, la ermita de San Blas, nos confundimos y entramos en la iglesia parroquial de San Juan, moderna y con una gran corona visigótica encima del altar. Miramos el mapa y vimos que estaba a las afueras del pueblo con vistas al castillo. La ermita es solo un ábside grande con ventanucos y una bonita reja, como en un principio eran las iglesias románicas. Dentro había una pequeña talla de San Blas muy curiosa, al que pedimos que nos siga protegiendo la garganta. Fuera, en la plaza del redondo y coqueto parque, había un tramo de un pequeño cañón de gran precisión que fue encontrado en el castillo feudal de Les, al que puedes subir desde esta ermita, pero como el camino estaba muy en cuesta y hacía calor, decidimos dejarlo para otra ocasión. Después recorrimos los paseos de Les junto al río y como ya habíamos cumplido los objetivos del día y estábamos cansados, volvimos al hotel a merendar caprichos con champán.

Al este de Vielha

Al este de Vielha

El objetivo principal de nuestra visita al Valle de Aran era visitar su patrimonio de iglesias románicas y comenzamos a cumplirlo a primera hora de la mañana del primer dia de estancia allí. Tras desayunar vimos la iglesia del mismo Vielha, la de San Miguel de Mijaran, con su famoso Cristo gótico del Desprendimiento, que tiene una mano en el costado que es la de Juan de Arimatea cuando le bajaba de la cruz. Este Cristo desapareció antes de la guerra civil y lo devolvieron desde Suiza en los años 40. En esta composición escultórica estaban también los 2 ladrones que crucificaron junto a Jesús y la presencia de estos dos ladrones suele ser muy rara. Se cree que se hizo para combatir las herejías de quienes negaban a Jesús. Un gran órgano ocupaba la capilla derecha del altar. El retablo contiene tablas de San Miguel, acabado por arriba en forma de cruz y en las naves hay unas interesantes pinturas murales, como las de la boca del infierno que conocía del curso de Manuscritos Medievales. La siguiente iglesia planificada era la de San Esteue, en Betren, pegando a Vielha, pero ni pudimos entrar ni siquiera ver su fachada principal, sólo observamos una torre rodeada del cementerio. La verdad es que no sé para qué la anuncian en la ruta de iglesias románicas cuando ni siquiera puedes entrar. En ruta de nuevo, llegamos a Sant Peir de Escunhau a 6 km al este de Vielha. Entras y te tropiezas con el cementerio pegando a la puerta, la iglesia es muy pequeña pero luce bonitos capiteles de caras, pies geométricos y ajedrezado. Luego le tocó el turno a Santa Maria de Arties, preciosa, del Siglo XIII, dentro vimos un retablo de  medio punto de tablas de madera con una talla gótica de la Virgen. En el techo podías apreciar claramente unas pinturas grandes del juicio final y otras de Dios con los apóstoles. Las columnas también contenían pinturas de gran tamaño de S.Cristóbal y S. Antonio y a los lados, pequeños retablos barrocos con gran profusión Santos. Se complementaba con un coro de madera de 2 pisos. Fuera, aparecían restos de un castillo que se derribó en la batalla de los Segadores del S. XVII. La siguiente fue la Iglesia de San Juan, única gótica en su totalidad. Se cree que fue de la Orden de los Templarios, de ahí lo de la Orden de San Juan de Jerusalén. Fue hospital de peregrinos, después perdió su sacralidad y fue residencia de la Armada, almacén de cemento...ahora es una sala de exposiciones. Continuamos llegando a San Andreu en Salardú, a 8 km hacia el este que alberga el Cristo gótico de madera policromada, famoso por ser lugar de peregrinaje. Gracias a su intercesión los hugonotes perdieron la batalla, y con las armas que se dejaron, se construyeron las rejas que encierran la talla del Cristo en el ábside. Pinturas del martirio de San Andrés y de muchos Santos en las columnas cercanas al altar. Una capilla alberga la talla de San Andrés. Me llamó la atención la pila bautismal y una pileta de inmersión que había al lado. Después de Salardú paramos en Santa Eulalia de Unha, una pequeña iglesia por donde pisas el cementerio nada más entrar en su recinto. Tenía tres ábsides pequeños. Como ya era el mediodía y todo estaba cerrado en Unha, bajamos a Salardú y comimos en una terraza de una Brasería, la famosa olla aranesa seguida de cosas a la parrilla: verduras, secreto y costillas asadas, con un vino y un postre de crema catalana y pastel de queso deliciosos. Siguiendo con nuestra planificación, fuimos a Tredos, un pueblo precioso y bien cuidado. Paseamos por el río donde había una bonita cascada y subimos hasta su iglesia Santa Maria de Cap D’Aran de Tredos que se lleva el premio a la iglesia más alta en un pueblo donde todo son cuestas de muchísima inclinación. La iglesia tiene una torre exenta con troneras. La portada es pequeña con un crismón y un par de columnas a cada lado con unas ménsulas curiosas de caras amables. Tiene tres ábsides a diferentes alturas porque también caen en cuesta. Una puerta lateral con una inscripción de Ave Maria, grandes dimensiones. Una pena no haber podido ver sus pinturas murales. Como quedaba cerca, aunque no había iglesias, fuimos a ver Baqueira Beret. Parecía un poblado fantasma. Mucho bloque de casas estilo pirenaicas pero ni un alma. Todo cerrado. Nada de nada, ni un bar…todo muy artificial, como si se hubiese quedado parado el último día de la temporada de nieve esperando que llegue algo que le saque de ese estado de letargo. Parecía el escenario de la película El Resplandor. De allí acabamos la excursión del día y vimos que sólo nos habíamos desplazado 12 km en línea recta pero con tanto camino montañoso entre medio para subir hasta los pueblos que visitamos la verdad es que hicimos un centenar de ellos. Nos acompañó el buen tiempo y fue un día muy aprovechado donde aprendimos muchas cosas interesantes.

Viaje bendecido

Viaje bendecido

Tanto al ir hacia Vielha como al volver, tuvimos un viaje bendecido porque nos hizo un tiempo estupendo, el cielo limpio y azul nos permitió ver las montañas en todo su esplendor, pudimos comer en las terrazas junto a paisajes maravillosos y la carretera estuvo libre para nosotros solos. Da gusto viajar en temporadas bajas. A la ida, nos paramos en Jaca para admirar su maravillosa Catedral. Nos paramos en su pórtico renacentista, sacamos unas fotos allí mismo y entramos por la puerta trasera donde apreciamos los artístivos capiteles en las columnas laterales, algunos como si fueran campanas; el altar mayor presidido, no por un retablo sino por los tubos del órgano, y nos pareció muy bonita la Capilla de Santa Osoria de puertas acristaladas. Admiramos el resto de la arquitectura de una de las mejores catedrales románico-góticas que impresiona por su especial belleza. Paseamos Jaca por su calle Mayor y las paralelas. Nos pareció que la ciudad había mejorado mucho desde la última vez que la vimos hace unos 10 años, más moderna, con mucha hostelería y tiendas orientadas al turismo. Nos pusimos en carretera y llegamos a Ainsa, un pueblo catalogado como uno de los más bonitos de España. Hacía mucho calor y antes de visitarlo comimos plácidamente un menú de la región: la ensalada de tomate de Barbastro con mucho sabor, las migas, la longaniza al horno, el guiso de ternera y de postre una original sopa de pera a la menta con helado de limón. Para bajar la comida subimos sus muchas empinadas cuestas y escaleras, fatigosas e irregulares, hasta el casco medieval. Las casas lucían con esa piedra marrón de la región, la curiosa iglesia en cuesta, los restos del castillo y el cuadrilátero de sus inmensas murallas, las interesantes navajeras o transportadoras de madera por los ríos, la amplia y acorralada plaza mayor y el precioso paisaje que se vislumbra desde todos los miradores del pueblo, con el Monte Perdido al fondo y sus más de 3.000. Había fiestas y un ambiente muy animado en sus terrazas. Nos volvimos a poner en marcha hacia nuestro destino por unas carreteras montañosas, con numerosas presas, casi siempre al borde del río y llegamos a descansar a Vielha. A la vuelta del viaje, tras pasar unos días en plena naturaleza, bajamos cruzando el Pont de Suert y parando en un bar donde vendían obras de arte de chocolate tan atractivas que no pudimos resistirnos a venir con una rica tableta con frutos rojos. Tras más de 3 horas, llegamos a Loarre. Hacía mucho calor. No pudimos comer en su hospedería, pero lo hicimos en el Camping una comida a la brasa, con entrantes a la mesa y luego conejo y codornices asadas. Con las ganas que yo tenía de comer conejo a la brasa con su alioli durante la semana que estuvimos en Vielha, resulta que me lo encuentro allí, en un sitio donde la vista se pierde en el horizonte. El castillo románico de Loarre lo visitamos por la tarde y fue una delicia disfrutar de este inmenso y majestuoso castillo palaciego por el que corría una deliciosa brisa fresca en todo su entorno. Tras recorrerlo, esperamos ver llegar la puesta de sol desde su majestuosa atalaya y volvimos a casa.

Bajo el castillo

Bajo el castillo

Cuando llegamos a Frias, nos alegramos de volver a ver esta resplandeciente ciudad que conocemos desde hace más de 50 años y que tiene un ambiente medieval y muy acogedor. Con razón es uno de los pueblos más bonito de la península. Nos tomamos en aperitivo en la terraza que estaba justo por debajo del farallón que sostiene la torre del homenaje del castillo de los Velasco y era impresionante mirar hacia la altura de la torre que teníamos encima de la cabeza. Después de comer un contundente menú de la región mirando al paisaje de los montes obarenses, nos dimos una vuelta por la ciudad subiendo la cuesta del Mercado hacia lo alto del pueblo con el fin de bordear el recinto amurallado donde se encuentra el castillo, con su patio de armas y las románticas ventanas con capiteles románicos donde tantas fotos nos hemos sacado a través de los años. Disfrutamos con añoranza de las excelentes vistas en 360 grados que nos ofrece este lugar privilegiado que controla el valle de Tobalina y el rio Ebro con su puente fortificado con torre y portazgo.

Navegando los fiordos

Navegando los fiordos

Dntro del parque natural de los montes Obarenses y San Zadornil, donde está el pantano de Sobrón que recoge las aguas del rio Ebro, han construido un embarcadero y desde hace poco, un barco solar construido en Bermeo, hace un recorrido por lo que ahora se llaman muy acertadamente, los fiordos burgaleses. El paseo es barco ha sido una delicia para los sentidos. Navegar por las suaves zonas anchas que van de orilla a orilla, llenas de vegetación y del vuelo de las aves, para luego adentrarte de repente en una zona de gargantas y cañones con las paredes rocosas casi verticales de diferentes colores por las diferentes clases de piedras que allí se mezclan, ha sido inolvidable. Por un lado y por el otro veías las muy cercanas laderas de acusada pendiente llenas de bosques y tupida vegetación. Como ha sido una maravilla el paseo, volveremos para disfrutarlo cuando los árboles de hojas caducas nos enseñen su variada paleta de colores ocres otoñales.

Cascadas en serie

Cascadas en serie

Al no poder hacer la comida del dia de Olarizu por estar los tres de viaje, a Matilde se le ocurrió hacer una excursión unos dias antes y pensamos que sería interesante conocer las orillas del pantano de Sobrón navegándolo. A su vez, como se nos ocurrió comer en Frias y Tobera quedaba al lado, fuimos a visitarlo para disfrutar de la belleza de estas recogiditas cascadas del rio Molinar que separan muy en cuesta el pueblo en dos con la ermita de la Virgen de la Hoz cobijada bajo unas inmensas paredes de piedra que hacen de alero, y el Humilladero del Cristo de los Remedios con su puente medieval como punto de partida en lo alto del pueblo. Las cascadas se recorren por los paseos empedrados que hay en sus orillas y hay miradores, pasos japoneses de piedras en el cauce y puentes por donde observarlas en mejor perspectiva. Bajo cada cascada se formaban unas pozas de aguas cristalinas tan agradables que te daban ganas de bañarte en ellas. Como las cascadas iban cayendo en curvas mezcladas con la vegetación, incluso podías pasar por el interior de la caída de la cortina de agua de una de ellas. El ambiente parecía mágico y el conjunto resultaba ser una preciosidad, muy tropical, relajante y refrescante. 

Puntas de espino

Puntas de espino

El santuario de Aranzazu, lugar de abundancia de espinos, da nombre a la Virgen aparecida allí en 1468 y que desde el siglo XIX es la patrona de Guipuzkoa. Está junto a Oñati y es un lugar de peregrinación a 750 metros de altura rodeado por un paisaje montañoso espectacular lleno de oquedades, colgado sobre un profundo valle lleno de riscos, simas, barrancos y rios que se pierden muy abajo. El monasterio seminario es franciscano y la basílica es ahora un edificio moderno de los años 50 del siglo pasado construido por los mejores arquitectos, escultores y pintores del momento. La fachada es de Oteiza y llaman la atención sus misteriosos 14 apóstoles. Las puertas principales son de Chillida y otros escultores, vidrieros y pintores de renombre de aquella época remataron esta gran obra, cripta incluida. La fachada está enmarcada por tres torres muy altas, realizadas con grandes piedras talladas en punta de diamante, como se ve en la foto, simbolizando los espinos de la zona que dan nombre a la Virgen. El conjunto está diseñado con el fin de dar al lugar un aire robusto y sobrio, reflejo del carácter de la gente del país vasco, por ello sólo se utilizaron materiales del entorno, madera y hierro forjado. Dentro de su enorme iglesia de una sola nave, proyectada para promover la introspección necesaria para el rezo, me impresionó el ábside, de un diseño muy atrevido que simboliza la naturaleza que le rodea. Mide nada menos que 600 metros cuadrados y es altísimo. Hacia la mitad está situada la Andra Mari Virgen de Aranzazu, gótica, de 36 centímetros de altura que está sentada sobre un tronco de espino blanco y tiene un acceso para que los peregrinos la rindan su homenaje. Me gustaron mucho los colores ocres y azulados del frontal, su forma escultórica y su única iluminación natural situada en un ventanal superior. Este conjunto de arquitectura religiosa, aunque ha recibido numerosos premios internacionales, reconozco que no es de esos que me enamoran a primera vista porque para mí le falta romanticismo y le sobra robusted y austeridad, pero pesó más la interpretación religiosa que aportaron los tan famosos autores a un lugar de peregrinación mariana que sabían era de una gran importancia espiritual a nivel mundial, ya que la devoción a la Virgen de Aranzazu se extiende por muchos países. Los franciscanos mantienen allí un lugar de estudio y encuentro intelectual al mas alto nivel y  un actividad literaria y cultural muy importante, guardando una biblioteca muy interesante llena de obras de materia y lengua euskaldun.

Ritual de fertilidad

Ritual de fertilidad

Tras salir de la cueva de Arrikrutz cruzamos el rio y nos encontramos la presa de aguas verdes de Jaturabe escondida entre paredes casi verticales llenas de árboles y maleza. Justo un poco más arriba, bajo los impresionantes farallones del pico Orkatzategi, en la sierra de Zaraia, al abrigo de la sierra de Aloña, nos desviamos y llegamos cuesta arriba a la enigmática ermita de Sandaili, metida en la enorme cavidad de la foto y famosa por ser un lugar donde se pedía a San Elias con mucho fervor, el 5 de noviembre, que les concediera un hijo y allí, sobre su altar y colgadas de los barrotes de la verja, quedaban como ofrenda las ropitas de bebé que le llevaban los futuros padres esperando volver a recogerlas tras el nacimiento de su hijo llevándole una vela y una limosna en acción de gracias. Muy emocionante. Antes de subir a la ermita y pegado a las escaleras de acceso estaba la ancestral razón de ser de todo aquello: un pequeño pilón llamado aska, que suele estar lleno del agua de lluvia que resbala por la pared de la roca y se usaba como símbolo y llamada a la fertilidad haciéndolo de varias formas: bien metiendo los dedos de la mano con el número de hijos que deseabas tener, o metiendo los pies, o bebiendo su agua o tambien sumergiéndote hasta la cintura para favorecer más el milagro. Estos rituales invocando la fertilidad me fascinan porque los tienes en los orígenes de cualquier cultura de cualquier parte del mundo a la que vayas. Ojalá San Elias pueda ayudar a cumplir los deseos de los padres que desean tener hijos y no pueden. Además, como buen foco de fertilidad, también caminaban hasta Sandaili baserritarras de algunos pueblos cercanos alaveses para pedir lluvias en tiempos de sequía. La cueva es un lugar de peregrinación y había dispuestas mesas de piedra y un fuego para pasar el día contemplando a San Elias rodeado de las vistas tan maravillosas que ofrece la naturaleza de la zona, agreste y embriagadora. 

La cueva del león-tigre

La cueva del león-tigre

La cueva de Arrikrutz está en Oñati, dentro del inmenso complejo kárstico de Gesaltza-Arrikrutz que alberga el macizo de Aizkorri. La visita transcurrió entre estrechas y altas verticales paredes de la roca, como si estuviéramos recorriendo un desfiladero por donde pasaba un rio subterráneo, y esto impresionaba porque podías tocar con las manos la pared de ambas orillas. El recorrido rectilíneo y curvoso a ratos, estaba iluminado estratégicamente y las pasarelas se conectaban en diferentes alturas subiendo y bajando escaleras, lo que ampliaba las vistas traseras y delanteras del recorrido, apreciando acentuadas caídas bajo el tramex de los pies. Dentro observamos las típicas estalactitas y otras formaciones geológicas de una cueva, pero lo que caracteriza a Arrikrutz es su importancia paleontológica al ser la única cueva de la península de la que se sabe que tuvo vida salvaje porque allí se cobijaban hace miles de años animales de las cavernas. Afortunadamente shan encontrado sus restos, en concreto, el esqueleto de un animal, mezcla de nuestro león-tigre actual, cuya copia, tal como se encontró el original, sobresalía del suelo para darnos cuenta del tamaño y de la forma que tenían estos animales. Sobre una roca había una réplica de cómo pudo haber sido este animal, en actitud amenazante y realmente impresionaba. También encontraron un cementerio de osos, cráneos y huesos de panteras y se sabe que allí moraron hienas y ciervos gigantes.  La visita se pudo calificar de auténtico lujo porque estuvimos los dos solos con la única compañía de la guía y durante toda una hora tuvimos la cueva a nuestra entera disposición para disfrutar sin prisas de sus bellezas y sobre todo del silencio convertido en paz absoluta.

Monasterio del cister

Monasterio del cister

Este monasterio navarro del siglo XII, Monasterio de Iranzu o de Santa María del Helechal, hoy felizmente restaurado, está situado a una hora de casa, camino de Estella, y como buen lugar de espiritualidad, está enclavado en un bonito paisaje entre montañas y ríos. El monje de la orden Teatina que nos recibió a la entrada al convento, donde había una curiosa exposición de las cañerías medievales de las excavaciones, nos explicó con ilustrada paciencia y claridad, que aunque en un principio hubo una comunidad de monjes benedictinos, poco después, en el siglo XII llegaron los monjes cistercienses, creando el primer monasterio cisterciense de la península edificado segun sus estrictas normas: «en el fondo de un valle cerrado, cerca de un río en el que el agua fluya generosamente y, como horizonte, el cielo para estar más cerca de Dios». Los monjes cistercienses eran considerados como los mejores agricultores de Europa, y vivían de los beneficios que generaban sus explotaciones. Este Monasterio llegó a reunir variadas propiedades entre tierras de cultivo, pastos, iglesias parroquiales, pueblos enteros....que se extendían por toda la península. Los monjes lo habitaron hasta 1839 al ser expulsados por la desamortización de Mendizabal, y el Monasterio permaneció abandonado hasta 1943, cuando los padres Teatinos se hicieron cargo del lugar comenzando, junto a la ayuda de la Diputación navarra, una titánica restauración que ha culminado en la recuperación de la espectacularidad que este monasterio, situado en un enclave de contemplación y silencio, el mismo que tuvo en un principio. Durante de la visita, destacaba el claustro que se ve en la foto, tan simétrico en sus esquinas que pareciera que hubieran puesto un espejo al otro lado, con esos preciosos arcos apuntados con trilóbulos interiores y ojos de buey de elaborada tracería, propios de un gótico pleno. En él se situaba el curioso lavatorio con templete, donde hay una gran fuente exagonal que amplía el claustro al introducirse en el jardín. Accedimos al templo, de inspiración cisterciense francesa, potente en sus columnas, con un órgano portátil que llevaba ruedas; la cocina con su alta chimenea central; lo que fue el refectorio; las salas de castigo donde los monjes se sometían al silencio y la abstinencia, y su amplia sala capitular, presidida por la Virgen de Iranzu, cubierta de bóvedas con nervios, el lugar más terrenal del monasterio donde se decidían los asuntos mundanos y se elegía al abad. Afuera podías apreciar el lugar en el que estuvo el amplio hospital, que acogía a toda la gente que allí llegaba enferma y que debido a las pestes sucesivas, la población de monjes en el intento de sanar a sus enfermos, mermó considerablemente. En un jardín interior estaba la recogida y primitiva ermita de San Adrián, donde una pequeña comunidad monástica existió antes de edificarse el monasterio. Rodeando al monasterio hay bonitos y frondosos lugares de paseo y esparcimiento, que invitan a pasar el día y comer al aire libre disfrutando de la paz del lugar, una maravilla.

Santuario in excelsis

Santuario in excelsis

Después de visitar la cueva de Mendukilo fuimos hasta el Santuario de de San Miguel de Aralar que nos quedaba relativamente cercano. Hubo que subir y subir por una carretera curvosa de montaña pero mereció el esfuerzo porque el lugar en sí mismo es muy especial. Las vistas a 360º de las montañas que lo rodean desde una altura de casi 1.400 metros te permiten admirar el paisaje sobre una de las cimas más altas de la región, de ahí lo de San Miguel "in excelsis", y el aire que se respira hace que te sientas relajado y en paz. El fascinante entorno está cargado de historia, de devoción, de leyendas, como la de San Teodosio, de cercanos monumentos megalíticos, y de inigualable arte. El templo por dentro es espectacular. Sus muros milenarios conservan una joya excepcional: el brillante retablo esmaltado de Santa María, pieza maestra del arte medieval, elaborada especialmente para este santuario por los mejores orfebres y esmaltadores de Limoges del siglo XII, lo que da cuenta de la importancia que para el pueblo tuvo el arcángel San Miguel, al que durante más de 9 siglos miles de peregrinos le han invocado. Así lo hicimos nosotros cuando metimos la cabeza rezando un Credo en el hueco de la sima donde el Arcángel se apareció al pastorcillo. Su icónica imagen es muy original porque porta en su cabeza la cruz de Cristo, símbolo de la resurrección. Tras visitar el templo anduvimos entre las hayas centenarias y por el resto del paisaje aprovechando todos los puntos de observación que el lugar nos ofrecía para grabarlos en la memoria. Visitar este inolvidable lugar, tan espiritual, mereció mucho el esfuerzo de haber llegado hasta allí.

La cueva del dragón

La cueva del dragón

Recorrer esta cueva navarra de Mendukilo, a poco más de una hora de casa, ha sido uno de los paseos subterráneos más bonitos que he conocido y disfruté plenamente admirando sus formaciones durante todo el tiempo que duró la visita. Está situada en plena sierra de Aralar y se accede por una oquedad natural del bosque de viejas hayas y troncos gruesos y retorcidos que antes servía de refugio para los pastores y sus rebaños. Tuvimos que bajar un buen desnivel por rampas muy bien adaptadas viendo cómo se quedaba la claridad de la neblina a la entrada de la cueva y notábamos la humedad cada vez más densa a medida que te adentrabas en la profundidad de una cueva que iba desvelándonos sus bellezas generosamente. La visita transcurrió a través de sus tres salas y numerosas galerías. Por las pasarelas flotantes a diferentes alturas, ibas pasando por cavernas donde las estalactitas, algunas acabadas en puntas de hielo como se ve en la foto, y estalagmitas formaban caprichosas formas de texturas y colores diferentes. También apreciamos las planas y onduladas banderolas, los gours o pequeños charcos apresados escalonadamente y unas curiosas estalactitas con propiedades fluorescentes. Al estar iluminada estratégicamente, el ambiente se hacía hipnotizante y cuando apagaron la luz, el entorno se volvió sobrecogedor, el silencio hablaba y si no fuera porque estaba de pie, me hubiera parecido que estaba flotando en el espacio infinito. Como buena cueva que se precie, nos enseñaron figuras enrocadas a las que había que echar imaginación para descubrir su aspecto, aunque la formación geológica que más me gustó fue la del dragón, muy fácil de adivinar por su sorprendente parecido, gran proporción y luz propia llena de puntitos brillantes gracias a la composición de la roca. Me llamó la atención uno de sus pequeños lagos estudiadamente iluminado para mostrar un encantado color verdoso. Como toda la cueva me pareció maravillosa, se me hizo muy corta la visita y además aprendí mucho escuchando a una guía que contaba las cosas con verdadera pasión.

Un santuario esperado

Un santuario esperado

Desde que tengo uso de razón he esperado conocer este santuario que dejábamos siempre de lado en la carretera, ya que quedaba a desmano y la entrada se sitúa en curva en cuesta con mucha circulación, donde no hay sitio para pararse y provocar una cola de coches detrás que resultarían poco pacientes. Por fin, gracias a que nos animó el guarda de seguridad del embalse a visitarlo y a que Pedro es muy valiente, subimos por esa carretera circulada por miles de bilbainos en busca del aire castellano y de la entrada al Santuario. Tuvimos la gran suerte de que en ese momento no bajaba ningún coche acelerado y pudimos tomar la desviación al otro lado de la carretera. Nos metimos por un estrecho camino donde no cabían dos coches, menos mal, y llegamos al Santuario de Ntra. Sra. de Cantonad, patrona del Valle de Mena, una de las advocaciones más antiguas de toda la provincia de Burgos. Una puerta peatonal estaba abierta y entramos dentro del recinto donde una construcción levantada en época barroca rodeada por un ambiente lleno de misterio y misticismo nos indicaba junto a la imagen de la Virgen que estábamos en un lugar erigido en su Santuario para su veneración y donde los antiguos pobladores de la zona ya realizaban rituales litúrgicos. La fiesta de la Virgen es el 8 de mayo y la gente acude en procesión desde el valle para honrar a su patrona. Según cuenta la leyenda, Nuestra Señora se apareció a un pastor de 13 años llamado Lázaro en el monte Anzo y le prometió que sería la protectora del valle. Para evitar que la gente del pueblo pensara que el niño había tenido alucinaciones, la Virgen tomó unos hilos de su abrigo y formó una cruz que ató al rosario del pastor. Con esta prueba todos creyeron lo que le había ocurrido. Los devotos de esta Virgen le cantan esta canción: “La Virgen de Cantonad no es comprada ni vendida, y sí bajada del Cielo, y en Vivanco aparecida. El ángel que las bajó,la de Allende y la de aquí,en la piedra las posó y marcado el pie está allí”. El Santuario está situado en un lugar privilegiado. Desde las campas que lo rodean se observan unas espectaculares vistas del paisaje del hermoso valle de Mena, sus pueblos, el embalse de Ordunte y la depresión que baja desde las montañas que lo rodean hasta lo más profundo del valle. Mereció mucho haber hecho esta bonita visita. 

Pantano tranquilo

Pantano tranquilo

El dia de nuestra excursión a Pozalagua, llegamos al Valle de Mena con el fin de visitar el otro lado de nuestro conocido valle de Losa separado por los escarpados montes de la Peña y observar por este lado de Mena la depresión que forma la gran inclinación del terreno formando un valle más profundo y más verde por su cercanía al mar. Comimos en el Urtegui, un restaurante casi pegando al pantano de Ordunte, donde las superamables camareras nos aconsejaron el txuletón a la brasa, delicioso, con sus patatas y pimientos fritos, acompañado de un vino tinto afrutado y sabroso que llenaba la espera hasta el siguiente bocado mientras se terminaba de asar en su plato de barro ardiente. La acaramelada pantxineta de postre puso el broche de oro a tan suculenta comida. Luego, aprovechamos para andar un poco y nos paseamos por el pantano o embalse de Ordunte, un lugar donde se respira a gusto y en paz. Este pantano se inauguró en 1933 y aunque está situado en tierras burgalesas se construyó para uso de los bilbainos. En un principio tenía caracter de perpetuidad pero ahora ya no tiene ese carácter vitalicio y está abierto al abastecimiento de otras zonas. Este bonito embalse se recorre en un par de horas al tener sólo 10 km de perímetro y resulta muy romántico recorrer sus orillas entre tanto roble centenario, bosques de pinos, acebos y otras especies frondosas que resultan relajantes y plenas de calma y sosiego.

Las excéntricas

Las excéntricas

Por carreteras imposibles, llenas de curvas de puertos de montaña y tras casi dos horas de recorrido desde casa, llegamos a Carranza, por donde alguna vez con mis padres nos aventurábamos en esa zona cercana a Valmaseda, ahora se dice Karrantza y Balmaseda, cuando ibamos camino de Medina. Estas carreteras montañosas siguen igual, no han sido transformadas por la modernidad y circulan peligrosamente por ellas los ciclistas, por lo que tienes que conducir con muchísimo cuidado. Cuando a primeros de agosto visitamos Ramales de la Victoria nos dimos cuenta de que allí cerca estaban la famosa cueva de Covalana, que pertenece a Cantabria y la de Pozalagua, que pertenece a Bizkaia, asi que fui en busca de entradas para visitarlas pero sólo pude reservar en Pozalagua, porque para Covalanas no habia plazas libres hasta bien entrado septiembre. Había mucha gente esperando y también mucho niño con sus padres, aprovechando llenar de actividades las vacaciones de agosto. La cueva, en comparación con las que conocemos, nos pareció pequeña. Tiene una sala grande en el medio, de gran altura, donde suele haber un lago aunque ahora no había nada que reflejar porque no había suficiente agua. Tras recorrer unas pasarelas nos llevaron a la zona donde se encuentra la mayor concentración de estalactitas excéntricas a nivel mundial, la sala Versalles. Estábamos a 13º con el chubasquero subido hasta el cuello, aunque alguien, seguro que valiente bilbaino, hizo la visita en camiseta y pantalón corto durante toda la hora que estuvimos dentro. La guía llevaba un sistema de megafonía muy antiguo, de esos de altavoz colgante por lo que era difícil escucharla en un grupo tan grande y con una acústica reverberante de cueva. Como estábamos al final del grupo, nos dedicamos a observar con detalle todo lo que esta interesante cueva, suavemente iluminada, ofrecía a nuestro alrededor. Junto a las clásicas estalactitas y estalagmitas de todos los tamaños y alturas, algunas unidas ya entre sí, vimos otras que estaban naciendo y que dentro de cientos de miles de años, por no decir millones, serán iguales que las anteriores. Enseguida pudimos apreciar y admirar las joyas de esta cueva: las curiosas estalactitas excéntricas cuya largura y anchura en Pozalagua es superior a la de otras cuevas del mundo. Estas formaciones, desafiando la ley de la gravedad, adoptan formas caprichosas, como si fueran raices, corales, patas de pulpo, enredadas hebras de fregona, desmelanadas melenas rizadas...lo que se te ocurra en cuestión de formas redondeadas, retorcidas y enmarañadas, ya que para eso están quienes interpretan figuras surrealistas en las formaciones rocosas y no hay cueva que se precie sin que tenga algo referente a algun personaje famoso, religioso o de la política. Esto se debe, segun entendimos, a que la roca de dolomita se presta en su composición química y geológica a desarrollar junto con las gotas que se filtran por ella, prolongaciones de estalactita que van en cualquier dirección y que las corrientes de aire y los miles de años terminan por rematar dando lugar a esas admirables formas curvilíneas tan especiales y originales. Muy interesante. Al salir de la cueva tras visitar su centro de interpretación, agradecimos el calor de la montaña, visitamos la antigua cantera de dolomitas y nos asomamos al balcón desde donde se veía todo el verde valle de Karrantza. 

Al fresco de la tarde

Al fresco de la tarde

Son muy pocos los dias en los que puedes sentarte en la zona norte de las casas de Lastras de la Torre y el del 7 de agosto pudimos hacerlo al calor de la amabilidad de nuestros amigos. El dia había sido abrasador, llegamos por el pantano de Sobrón a visitar en Medina a Cipri y a Pablo y de paso ver el Museo del Monasterio de Santa Clara; comimos en el Rivero y bajamos hasta Ramales de la Victoria por los Tornos. Hacía mucho tiempo que no iba por allí, desde la última vez que participé en la marcha de Carlos V tras su desembarco en Laredo allá por 2004. En Ramales nos quedábamos a hacer noche con toda la comitiva que acompañaba al Emperador, era divertido, nos recibían con aplausos y nos daban de cenar generosamente, luego había verbena y dormíamos en nuestras esterillas en el polideportivo, aunque algun año lo hicimos en tiendas de campaña pero el frío de Octubre se notaba demasiado. Tras un café con hielo en la plaza, visitamos la iglesia de San Pedro y cuando empezó a bajar el calor, subimos los Tornos en dirección a Lastras. Allí estaban los amigos esperándonos: Elo y LuisMari, Cloti y Jaime. Nos sentamos en la campa de la zona norte, donde el viento soplaba suave pero fresco, nos pusimos al día contándonos de todo, nos sacamos unas fotos y nos despedimos, deseando que Antonio, el marido de Elena, se recupere muy pronto y podamos volver a reunirnos todos juntos en breve tiempo.

Las maletas de la vocación

Las maletas de la vocación

En la excursión anual a Medina de Pomar para saludar a nuestros amigos, hicimos una visita al Museo y a la Iglesia del Monasterio. Cada vez que entro al Monasterio de Santa Clara me emociono viendo el progreso de esta joya arquitectónica que conocí hace más de medio siglo atrás recordando cómo ha evolucionado hasta conseguir el esplendor que ahora tiene. Tenia 10 años cuando en una excursión del colegio nos enseñaron por primera vez el Monasterio y lo que más recuerdo de aquella primera visita fue el momento en el que pusieron en marcha el mecanismo del famoso Manifestador de la Paloma que subia y bajaba y se desplegaba como si fueran rayos solares de un dorado brillante. Aquello me pareció magia y me quedé prendada del Monasterio. Luego mis padres compraron una casita en Medina y en los veranos íbamos muy a menudo a pasearnos hasta el Monasterio, cerca del río. Mi memoria activa recuerdos que recorren este mismo lugar y me veo pidiendo a las monjas la llave para ver el Cristo de Gregorio Fernández, ellas la metían en un cajón que se hundía con mucho misterio dentro de la pared del vestíbulo de la iglesia, abríamos la cancela y allí aparecía esta maravillosa imagen tras unas rejas medievales. Luego entrabas en la iglesia y te topabas encima de tu cabeza y debajo del coro, con las renancentistas esculturas en alabastro de Maria de Tovar e Iñigo Fernandez de Velasco y me llamaba mucho la atención aquellas modas del siglo XIV donde ella se vestía casi como una monja y en él sobresalia su vistosa bragueta de armar, simbolo de las cualidades de los gobernantes como la virilidad, la militaridad, la gobernanza. A finales del siglo pasado se rodó un documental sobre el Monasterio y la influencia de la familia Velasco, donde me vistieron de monja, me paseaban por el convento y terminaba declamando junto al comulgatorio de clausura del siglo XVI que se ve en la foto...yo, sor Inés de Villasanza, hija de San Agustín de Hipona.... Allá por los años 90 del siglo pasado, tuve mucho contacto con el Monasterio y sus monjas y nunca he dejado de acordarme de aquellas historias. Ahora, en sus veranos, disfrutamos de su impecable hospedería, de la exquisita repostería de las monjas herederas de los secretos de un pastelero jubilado del pueblo que hacía unos "chevalier" deliciosos; de alguna confidencia junto al torno con ellas, de la misa de 9 de la mañana y sobre todo de la paz que por las noches rodea el recinto sabiendo que ellas están cerca rezando por nosotros y por el mundo, que tanta falta nos hace. Me sorprendió ver en una de las salas del Museo un lugar destinado a los baúles y maletas que traían las postulantes a monjas, algunas con centurias de vida y otras muy modernas, señal de su permanencia desde hace más de siete siglos, dejando constancia de su adiós al mundo y de su entrada en la antesala de lo divino.

Glorioso San Cristobal

Glorioso San Cristobal

Glorioso san Cristóbal, gigante en Santidad, que llevaste a Dios niño, viril de caridad. Danos tu fortaleza para poder llevar a Cristo en nuestra vida y de su amor gozar.

Así reza el himno a San Cristobal que cantábamos el 10 de julio en la iglesia del mismo nombre, la de nuestro barrio, rindiendo con devoción honores de santidad a este Santo tan peculiar, patrono de los chóferes y conductores. Mientras tanto, Pedro estaba fuera esperando a la sombra fresquita de un tupido árbol, con el coche limpito y engalanado con flores. Otros conductores, con las flores de sus coches empezando a marchitarse por el abrasador sol del mediodia, también esperaban impacientes y sofocados en sus asientos a que se les diera el aviso para poder conducirse hasta el Santo y recibir tan protectora gracia. De repente todos ellos escucharon el sonido de las campanas que anunciaban el fin de la misa y arrancaron con brío los motores rugientes porque sabían que les faltaban segundos para ver a nuestro querido San Cristobal cargado de agua bendita para aspersarla generosamente en sus carrocerías y completar agradecidos el peregrinaje. Entre tanto, yo estaba esperando en la acera de enfrente a que apareciera Pedro montado en nuestro floreado caballo de hierro para sacarle la foto justo en el momento en el que era bendecido. Cuando así fue, sentí atrapada la alegría de estar protegidos hasta la próxima bendición. Un sentimiento de bienestar y alivio inmenso. Una vez conseguido el recuerdo de tan ansiado regalo, me monté en el coche y juntos nos fuimos saludando, como hacen los reyes, a la gente que allí estaba persenciando esta bonita tradición.