Durante los cuatro dias del puente de la Constitución hemos estado visitando unos sitios muy interesantes en la provincia de Valladolid que teniamos ganas de conocer desde hace tiempo. Comenzamos por el archivo de Simancas fundado por Carlos V donde se conservan, entre otros, los documentos más importantes que acreditaban los derechos de los reyes de Castilla. Se encuentra ubicado en un palacio que construyó en el siglo XV la familia Enriquez, almirantes de Castilla, y posteriormente Felipe II lo amplió convirtiéndolo, en aquella época, en el archivo más grande del mundo con casi 13 km de estanterías. Allí vimos una exposición interesante de planos, libros de cuentas y documentos, tales como el testamento de Isabel la Catolica; unas cartas de Colón dando cuenta de su viaje a las Indias; capitulaciones de bodas, como la de Felipe el Hermoso con Juana, mal llamada La Loca; la aprobación del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Castilla; una carta de un médico destinado a Mexico solicitando se le conservara el mismo el sueldo que ganaba en Castilla...todo cosas curiosas. Al dia siguiente visitamos en Tordesillas el Convento de Santa Clara, enclavado en el anterior palacio mudejar del siglo XIV. Nos impresionó su lujosa decoración de arabescos, la capilla dorada del primitivo palacio, las columnas del patio árabe con sus yeserías y arcos lobulados adornados con atauriques, típica decoración islámica con motivos vegetales; la inmensa dorada cúpula de la iglesia gótica; la capilla Saldaña y los baños árabes apartados del resto de la edificación con vanos en forma de estrella y todos los habitáculos necesarios para disfrutar de un buen baño turco. El convento está situado en un alto frente al Duero y su puente y las vistas son maravillosas. Nada más salir de la visita, en vez de ver la Casa del Tratado, nos dirigimos prestos y veloces a Medina del Campo para visitar el castillo de ladrillo rojo de la Mota, de la época de los Reyes Católicos, destacamento militar de arquitectura defensiva muy sofisticada, con foso, puente levadizo, patio de armas, mazmorras, pasadizos subterráneos y cientos de garitas, troneras, aspilleras y matacanes. Vimos el patio de armas restaurado, donde se fundó la Sección Femenina, y subimos los 38 metros de la torre del homenaje y otros pocos más donde estaba la pequeña torre del Caballero, con sus casi 160 escalones para llegar a lo alto y otros tantos para bajarla. La subida fue muy fatigosa porque los escalones eran irregulares y hacía frio. Para calentarnos comimos sustanciosamente en la plaza mayor de Medina del Campo y luego nos acercamos a Olmedo, donde en el palacio del Caballero, hay un museo interactivo de luces, sonidos, hologramas y colores que homenajean al Siglo de Oro y a la famosa obra de Lope de Vega: «Que de noche lo mataron al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo. Sombras le avisaron que no saliese y le aconsejaron que no se fuese». Volvimos al hotel ya de noche y al dia siguiente, en un dia fresco pero muy soleado, disfrutamos de un relajante paseo en barca por el canal de Castilla en su primer tramo, desde Medina de Rioseco, y nos pareció de lo más romántico del mundo porque sólo estábamos nosotros dos en la barcaza. Comimos en la plaza del mayor mercado de Castilla y paseamos para ver el amenazante cocodrilo de la calle mayor. Antes habíamos parado en el castillo de Torrelobatón, famoso porque tiene las medidas exactas que debe tener este tipo de edificaciones y por ser el centro interpretativo de los Comuneros. También estuvimos en la amurallada Urueña, villa del libro, aunque no encontramos a quienes regentan la libreria Primera Página, quizás porque no son fechas propicias para el turismo. Nos dio tiempo a ver Wamba, San Cebrian de Mazote y Villalar de los Comuneros con su picota y el paraje donde apresaron a los Capitanes Padilla, Bravo y Maldonado. Al dia siguiente, de camino para casa, visitamos el castillo de Peñafiel, sede del museo provincial del vino, muy completo y bien dotado de caldos. La edificación nos encantó porque es como la de un castillo de manual, reciamente asentado en lo alto de una estratégica colina con su torre del homenaje bien centrada y el alargado perímetro de sus murallas de piedra dorada que se ven desde muy larga distancia. Mandado construir por Sancho García, conde de Castilla en el siglo XI, será con el infante Juan Manuel en el siglo XIV cuando se desarrolle por completo su inmensa estructura y la planta de 210 metros de largo recortada por 28 cubos almenados. Por dentro visitamos la torre del homenaje de los Girón, de 34 metros de altura y 308 escalones, que se sitúa en el medio de la edificación; al lado sur se situa el rectangular patio de armas, y al norte la zona donde se alojaba la plebe, en forma de pico, muy parecida a la proa de un barco. Las vistas son kilométricas, relajantes y evocadoras. Desde allí se ven las diseñosas bodegas de fama internacional de vinos denominación Ribera de Duero. Al salir, el lechazo que nos comimos en un asador justo debajo de la colina viendo el castillo a lo alto, fue un placer para los sentidos, asi como excelente broche de oro de todas las comidas castellanas que disfrutamos estos dias. Desde allí pusimos punto final a un periplo corto pero muy denso de experiencias que tendremos que completar en otro momento.
Al volver paramos en Lerma donde visitamos a las simpáticas monjas dominicas para saludarlas y llevarme su calendario temático para 2025.