Monumento al pastor

No lo conocía. Me acuerdo que de jovencita, cuando mi amiga Geli aun vivia en Santurce, me hablaba de que cuando la llevaban en coche a su tierra gaditana, solían parar en el área de descanso donde se encuentra este monumento, junto a la nacional I, para descansar y coger fuerzas para el siguiente tramo de camino, que transcurría como una aventura rodada por aquellas carreteras de doble sentido, repletas de camiones, sin visibilidad, estrechas y llenas de curvas, subiendo y bajando interminables puertos de montaña con sus consiguientes molestias, mareos, vomitonas, calores y agobios, viviendo toda clase de dificultades en unos trayectos que se hacían infinitos hasta llegar al destino. Este lugar se quedó desplazado cuando las autopistas se impusieron a las carreteras nacionales y los restaurantes, paradas y fondas de toda aquella vida anterior al desarrollo viario, perdieron importancia, clientes y supervivencia al resultar incómodo tener que desviarte para llegar a uno de estos antiguos sitios de descanso que hoy, por no encontrarlos a tu paso, cada vez menos gente los conoce. El monumento al pastor es imponente por sus dimensiones, fue inaugurado en el año 1961 por Franco y reunió a las personalidades de la época y también a muchos pastores de toda la geografía nacional que acudieron allí mismo ataviados con sus tradicionales ropajes, muchos de ellos con sus perros y algunas de sus ovejas. Este conjunto monumental, ideado en homenaje a un pastor palentino que fue fulminado por un rayo dejando huerfanas a sus ovejas y a sus perros centinelas, fue nuestro destino del día.Tras sacarnos las fotos con el pastorcillo de 7 metros de alto, el zagal y el perro de parecidas dimensiones, fuimos a comer a uno de esos lugares que sobrevivieron a la alternativa de la autopista y ahora con toda la experiencia de tantos años de rodaje, a todo el que se acerque a ver el monumento, le ofrece un menú tradicional para que no te olvides lo delicioso que sabe un cordero asado castellano sacado de un inmenso horno de leña a la vista del comensal. Nada más sentarte a la mesa en su comedor, se te empieza a hacer la boca agua cuando ves cómo van sacando los asados de un gran horno cálido, acogedor y que calienta la estancia confortablemente. La comida estuvo fabulosa: choricillo cocido, morcilla frita, sopa castellana y luego una generosa paletilla de lechazo, nos dejaron rebosantes de satisfacción. Además, el vino de la casa era de una bodega de Baños de Ebro cercana a nuestra bodega favorita, de la que precisamente ese día veníamos de surtirnos de vino para una buena temporada. El postre de piña fue tan generoso como el resto de la comida. Por supuesto que volveremos más pronto que tarde a sentirnos tan agradablemente repletos de rico lechazo.
Después de comer visitamos Pancorbo, un lugar ancestral situado en un desfiladero, un estrecho paso entre reinos con sus crespos en lo alto, su iglesia de Santiago y su trazado medieval junto al rio. Cuando pasamos por Pancorbo nos acordamos de ese cuadro del Museo del Romanticismo de Madrid donde se veía a los bandoleros escondidos apostados en esos crespos esperando pasaran las diligencias para quedarse con su botín.
0 comentarios