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Nuestras ermitas - parte 3ª

Nuestras ermitas - parte 3ª

En esta tercera y última etapa del proyecto de este año de patrimonio abierto, llegamos en primer lugar a Berganzo, antiguo señorío de los Sarmiento entre montañas y rutas del agua. Cerca quedaba el castillo de Ocio. Su iglesia de San Miguel en un principio estaba unida a la casa torre de los Sarmiento, separada por una pared, de modo que funcionaba como dos iglesias, una era para los habitantes del palacio y la otra para el pueblo. Con el tiempo se derrumbó ese muro para convertirse en la iglesia actual conservándose de la zona noble un precioso par de ventanas góticas lobuladas, unicas en la arquitectura alavesa. Un curioso ventanuco encima de la sacristía, daba ventilación al troje o almacén de grano de los diezmos. El retablo del siglo XVI es de gran calidad. Originario Leza, fue comprado por Berganzo en el siglo XVIII, de manera que hubo que reajustarlo para colocar la imagen de San Miguel, desplazando al titular de Leza, San Martin, hacia arriba y desapareciendo a la imagen de la Asunción que allí estaba originariamente. Es de estilo romanista, muy miguelangelesco y de sus figuras emana movimiento, fuerza, corpulencia y vigor. Luego nos desplazamos hasta Lacorzanilla, un importante antiguo cruce de caminos. La sacristía de la iglesia destaca por sus nobles sillares ya que fue costeada con una libra de oro, por un hijo del pueblo, un Montoya del siglo XVII, gobernador de Antioquía, Colombia. Su retablo es churrigueresco y destaca el nicho de la Virgen de gran profundidad, detrás está el camarín de la Virgen, que es de las vírgenes de vestir. Un curioso cuadro votivo del milagro de la Virgen de Lacorzanilla, narra el milagro de la gente que fue sanada por la Virgen tras impactarles los rayos que cayeron dentro entrando por la torre. Agregada a la iglesia hay una gran casa-sede de las hermandades y cofradías de la zona cuya presencia fue muy importante en aquella época. Después llegamos a Berantevilla. llena de casas blasonadas testigos de una próspero pasado. De su iglesia de la Asunción destaca la poderosa torre neoclásica de la iglesia que la construyó nuestro célebre arquitecto Olaguibel. El retablo es excelente y es el más grande que ejecutó su autor, Jerónimo de la Revilla. La talla más valiosa es la del Crucificado renacentista del siglo XVI, muy expresivo. La Virgen de la Asunción impresiona por su pose en éxtasis, con mirada hacia el cielo y brazos abiertos rodeada de seis ángeles y otros más en su peana. A su derecha hay un pequeño retablo, que aloja cuadritos y destaca el que está en el ático, una barroca Virgen con el Niño que te mira con melancolía y misterio. Lo más importante de esta iglesia es el cuadro de la Inmaculada, de Alonso Cano,  siglo XVI, que ahora está en el Museo Sacro Diocesano. A finales del siglo XX se colocó una copia de esta Inmaculada donde aparece pintada la torre de la iglesia y la copia del retrato que le hizo Murillo al donante del cuadro, Fray Pedro de Urbina y Montoya, hijo del pueblo, arzobispo de Sevilla, teólogo y defensor ante el Papa de la tesis inmaculista. 

Terminamos el recorrido muy agradecidos a los autores de de este bien diseñado proyecto por todo lo que hemos visto y aprendido durante estos últimos sábados, visitando la última ermita que nos quedaba por ver, la de Lacervilla, desde donde se divisa la de San Formerio en uno de sus altos. Sus vistas son magníficas al estar situada sobre un promontorio rodeada de montañas y de un paisaje verde y agreste a más no poder. Una vistosa ventana románica situada en la cabecera de la iglesia, era lo primero que se podía admirar. Dentro se notaban claramente las fases por las que pasó la construcción de la iglesia desde el siglo XIII al XVIII, llamando la atención las capillas laterales, perforadas en los muros en el siglo XVI, donde se encajaron a la fuerza unos retablos. El retablo principal es del siglo XVII y su titular, San Clemente, es de estilo romanista, anterior al retablo. Este santo es único en Alava pues no aparece en ninguna otra iglesia. En la sacristía se puede apreciar un crucifijo del famoso Mauricio Valdivielso, de finales del siglo XVIII, sobre un papel pintado del siglo XVIII. Interesante saber que de este escultor se conservan una treintena de estos bellos Crucifijos que se distinguen por su extraordinaria dulzura. A finales del siglo XX robaron en esta iglesia unos interesantes relieves del banco del retablo y la puerta del sagrario. Menos mal que su Andra Mari del siglo XIV se conserva afortunadamente en el Museo de Bellas Artes.

Camino de Vitoria, en silencio debido al emborrachamiento de arte que llevábamos dentro, vimos en un alto la impresionante fachada de la iglesia de San Martin en Estavillo. Ahora a descansar hasta la próxima edición de Patrimonio abierto.

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