Santuario in excelsis

Después de visitar la cueva de Mendukilo fuimos hasta el Santuario de de San Miguel de Aralar que nos quedaba relativamente cercano. Hubo que subir y subir por una carretera curvosa de montaña pero mereció el esfuerzo porque el lugar en sí mismo es muy especial. Las vistas a 360º de las montañas que lo rodean desde una altura de casi 1.400 metros te permiten admirar el paisaje sobre una de las cimas más altas de la región, de ahí lo de San Miguel "in excelsis", y el aire que se respira hace que te sientas relajado y en paz. El fascinante entorno está cargado de historia, de devoción, de leyendas, como la de San Teodosio, de cercanos monumentos megalíticos, y de inigualable arte. El templo por dentro es espectacular. Sus muros milenarios conservan una joya excepcional: el brillante retablo esmaltado de Santa María, pieza maestra del arte medieval, elaborada especialmente para este santuario por los mejores orfebres y esmaltadores de Limoges del siglo XII, lo que da cuenta de la importancia que para el pueblo tuvo el arcángel San Miguel, al que durante más de 9 siglos miles de peregrinos le han invocado. Así lo hicimos nosotros cuando metimos la cabeza rezando un Credo en el hueco de la sima donde el Arcángel se apareció al pastorcillo. Su icónica imagen es muy original porque porta en su cabeza la cruz de Cristo, símbolo de la resurrección. Tras visitar el templo anduvimos entre las hayas centenarias y por el resto del paisaje aprovechando todos los puntos de observación que el lugar nos ofrecía para grabarlos en la memoria. Visitar este inolvidable lugar, tan espiritual, mereció mucho el esfuerzo de haber llegado hasta allí.
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