Apurando el final del viaje

El último día de nuestro viaje estuvimos disfrutando de la capital de Rumanía, Bucarest. La pequeña París nos dejó muy gratamente impresionados por la belleza de sus edificios de finales del siglo XIX restaurados y sin restaurar con unas esculturas y decoraciones en las fachadas bonitas y elegantes recuerdo de un pasado glorioso donde la realeza, la nobleza y el progreso de su gente, no escatimaba en lujo y esplendor. El ambiente en las calles era muy alegre y la gente llenaba las terrazas de los bares y cervecerías, como la de Caru cu bere, o el vagón de la cerveza, de 1897 y en estilo neogótico llena de flores por dentro. Este lugar tiene su historia. En 1999, Caru’ cu Bere les fue devuelto a sus herederos e iniciaron una importante serie de reformas para devolverle a la propiedad el esplendor original. Este lugar tiene la categoría de monumento histórico y dentro ves un despliegue decorativo de lo mas bonito del art nouveau. Más adelante, mientras paseábamos tranquilamente admirando edificios, llegamos a esta cervecería de patios inmensos decorada al estilo rústico, era el El Hanul lui Manuc construida como posada en el año de 1808 por un khan. Era un punto donde las caravanas se paraban para tomar un descanso junto con sus animales y luego seguir su camino. El nombre hace referencia a su primer dueño, un empresario armenio que era muy rico y extravagante. Para mediados del siglo XX, el Hanul lui Manuc era el lugar comercial más importante de Bucarest, con mas de 100 habitaciones, tiendas y otros servicios. Aquí decidimos gastarnos los últimos leis que nos quedaban y el camarero, muy simpático, que sabía castellano porque había estado trabajando en Mallorca, nos aconsejó que comiéramos unas mezzi o albóndigas alargadas de cordero, muy ricas, con patatas fritas y algo de ensalada que con las inmensas cervezas nos dejaron muy satisfechos. A la salida nos encontramos con una pareja que confundimos con españoles y les dijimos que entraran a ver por dentro esta construcción y resultó ser una pareja de rumanos que ya estaban jubilados y habían trabajado en Barcelona, muy simpáticos y encantadores. Al seguir nuestro camino hacia el Ateneo romano, vimos montones de terrazas que ocupan las aceras del casco viejo, fachadas espectaculares llenas de esculturas y sobre todo mucha vida. Llegamos al Ateneo, un imponente edificio neoclásico sede de la Orquesta Filarmónica Rumana y uno de los lugares de concierto más populares de la ciudad que ha acogido a algunos de los músicos más famosos del mundo porque goza de una acústica excelente, No pudimos visitarlo por dentro porque estaban en plena representación, pero debe ser tan impresionante como la parte exterior, con una gran cúpula central bordeada de los nombres de los dramaturgos de la antigüedad, un pórtico de altas columnas y elegantes escalinatas. También nos impactó el Palacio Real, frente al monumental edificio de la Biblioteca de la Universidad Carol I, conocido durante la etapa comunista como Palacio de la República, con la estatua de este primer rey de Rumania, montado sobre su caballo. El fundador de la dinastía rumana y del moderno estado rumano, conquistó la independencia del Imperio Otomano en 1877 y el palacio sirvió de residencia de la familia real rumana hasta la toma del poder por los comunistas en 1947. La familia real actualmente reside en el Palacio Elisabeta. Desde 1950, el Palacio alberga el Museo Nacional de Arte de Rumania. Cerca había otro Monumento que parecía un pintxo con una aceituna, el Memorial del Renacimiento, que conmemora al pueblo rumano que perdió la vida durante la Revolución de 1989 al enfrentarse y derrocar al régimen comunista. El monumento está formado por unas estatuas de bronce y un pilar central de mármol de 25 metros de altura sobre el cual se coloca una corona de bronce. Entramos en el Monasterio Stavropoleos, un monasterio ortodoxo rumano situado en el centro de Bucarest. El monasterio fue fundado a principios del siglo XVIII por monjes del Monte Athos, en Grecia. Es muy atractivo debido a su hermosa arquitectura y pinturas. Después recorrimos la Calea Victoriei, el bulevar histórico más antiguo y representativo de Bucarest que tiene un pasaje, el pasaje Victoria o la calle de los paraguas, repleta de paraguas de colores. Otro interesante pasaje es el pasaje Macca construido en el año 1891 que forma la unión de dos calles bajo una cubierta de hierro, con forma de herradura y vidrio, y ahora es un sofisticado pasaje comercial con mobiliario del siglo pasado y arquitectura francesa. El bar Van Gogh con los cuadros del autor. La impresionante librería Carrusel, donde estoy en la foto. Se trata de un edificio donde a lo largo y ancho de sus 6 plantas se extienden estanterías, escaleras, barandillas de hierro e infinidad de libros de diferente temática que se entrelazan entre sí para formar una atractiva composición en un espacio lleno de luz. También hay una cafetería que visitaremos en otro momento. En la ápoca pre-comunista fue el Banco Chrissoveloni y durante la era comunista fue nacionalizado, convirtiéndose en unos grandes y deprimidos almacenes comunistas que terminaron abandonados hasta que en 2015, después de cinco años de restauración, el local se convirtió en esta magnífica librería. Allí compramos un recuerdo especial, una pareja sentada pensante de la época del neolítico que representa a nuestra civilización. Tiene la peculiaridad de que es de esas figuras que se han llevado al espacio por si alguien nos encontrara. Mientras recorríamos la ciudad encontramos más iglesias, catedrales, parques y montones de museos que en algún otro viaje visitaremos, así como sus famosas termas, a 14 km de la ciudad.
Una maravilla de paseo, nos ha gustado mucho Bucarest. Una ciudad realmente muy interesante.
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