Gibraltareando

Cuando llegamos a la Linea, me impresionó mucho ver por primera vez esta inmensa mole de piedra. La descubrimos por su cara oeste, de un tupido verde oscuro donde se encuentra la reserva natural y los famosos macacos. No la imaginaba tan alta ni tan majestuosa, pero sus 426 metros de altura en un paisaje tan liso y marino la realzan de modo natural. Una vez en la habitación, correr la cortina y toparnos de frente con el Peñón fue un regalo para la vista que disfrutamos todos los dias de nuestra estancia. Cada día mirábamos si había atracado algun crucero para decidir pasar allí o dejarlo para la tarde cuando el barco partía a otro destino y las calles se vaciaban de cruceristas. En este privilegiado asentamiento con sus casas apelotonadas en cuesta internándose cada vez más en la bahía, viven unos 34.000 gibraltareños en viviendas de estilo genovés y modernos rascacielos. En la foto estoy cruzando su peculiar aeropuerto, que es muy pequeño y tiene una actividad constante. De aquí salen y aterrizan aviones continuamente y como tienes que atravesarlo a pie para llegar al centro, cuando menos lo esperas te cierran la pista, y a esperar a pleno sol a que vuelvan a abrir el paso a los transeuntes. Durante el tiempo que estuvimos allí, visitamos varias veces Gibraltar porque nos pareció divertido, ameno, vibrante de vida y auténtico porque aunque llevan allí desde 1713 no han perdido nada de su personalidad british, al contrario, la han afianzado. La gente conserva sus costumbres y ese inconfundible aspecto británico. Allí no hay ni un letrero o señal en castellano, en los bares la bebida y comida tiene sello inglés, se paga en pounds, aunque también puedas hacerlo en euros. La única coincidencia con nuestra forma de vivir, es que circulan por la derecha. Esta ciudad de casi siete kilometros cuadrados va ampliando terreno con metros que gana al mar continuamente. Aun así, las aceras son estrechas, curvosas, hay mucho tráfico y es difícil moverse. Tras sortear varios pasos de cebra dispuestos donde menos lo esperas, llegas por el túnel donde está la puerta de la ciudad amurallada con su paso levadizo, a la gran plaza Casemates, llena de tiendas y bares. De esta efervesvente plaza, destacamos el Lord Nelson porque nos comimos un fish&chips delicioso. La fritura no era la clásica andaluza sino una crujiente masa orly. El pescado era una cola de merluza, las patatas eran caseras, la ensalada iba acompañada de mayonesa y puré de guisantes y estaba fresquita. Nos dejaron un cestillo con condimentos british: vinagres de malta, ketchup, mostaza, salsa Brown…nada de aceite de oliva. Parece increíble la fama tan mala que tiene este típico plato inglés, con lo rico que estaba. Nosotros lo repetiríamos sin dudar. Las pintas de cerveza craft sabían a gloria y el precio, 36£ nos pareció muy ajustado. Además el personal es muy agradable y te sientes cómodo y a gusto observando el trajín de la plaza mientras la van preparando para los bailes y fiestas de los weekends. De este lugar pasas a la Main Street llena de joyerías, tiendas de licores y tabaco, chocolates, gafas de sol, ropa de marca y hasta de un británico Mark&Spencer. Otro dia que pasamos, llegamos paseando hasta las animadas playas del lado del Mediterráneo. Vimos tres, una muy cercana a la verja, otra playa en una bahía que tenía casas de colores de estilo genovés y otra playa muy grande con muchas tablas de surf clavadas en la arena. Tuvimos que darnos la vuelta porque no había más acera, si no, hubiéramos dado la vuelta al Peñón. Un dia que no había cruceros que asfixian la ciudad con cientos de personas, subimos al Top Rock en el Cable Car para disfrutar de la reserva natural. Mientras escalábamos la montaña, las vistas del Atlántico y del Mediterráneo se iban desvelando y observar toda ese inmenso panorama te cortaba la respiración. Arriba en la cumbre del Top se veía la silueta alargada del Peñón, su pared este con caída en vertical y paisajes a 365º. Se conservan muchas baterías de cuando la guerra. Hay varios miradores, uno es de suelo de cristal, el Sky Way, colgado de la zona este, que da vértigo paseártelo. Por el lado oeste se ve el puerto y todo lo que ha crecido Gibraltar a base de ganar terreno al mar. Vimos las baterías O’Hara con túneles por dentro y salas de máquinas y talleres donde se hacían las bombas. Dentro de esta gran roca hay nada menos que 52 kilometros de túneles y montones de instalaciones interiores de la época de guerras que ahora se siguen aprovechando para otros fines. En el recorrido entramos en la bonita cueva de San Miguel muy bien preparada por dentro con juegos de luces y sonidos de la naturaleza. Se llama de San Miguel porque hay unas altisimas estalactitas que según como estén iluminadas ves claramente al Ángel con su cabeza y las alas desplegadas. Continuando con el recorrido llegamos hasta el puente colgante Windsor, de madera, que tiene de bueno que puedes pasearlo en paralelo por un sendero junto a la roca y desde allí sacas fotos a la gente que anda por el puente. De mientras, por los senderos de la costa oeste con vistas al puerto y a la bahía de Algeciras, te encuentras a los famosos macacos que preferí no mirar porque nos llevamos bastante mal. Al final de los curvosos senderos con mucha pendiente de bajada, llegamos a la columna de Hércules de lado europeo, que muestra el mapa del viejo mundo en una cara, el famoso non plus ultra y que, tras Carlos V, se convirtió en el plus ultra reflejándolo en el mapa del nuevo mundo por la otra. Este lugar era uno de los montes que indicaban el final del mundo conocido, por ello allí estaba este pilar de Hercules recordándonos el "non plus ultra" o lugar en el que los barcos no debían adentrarse. El otro pilar está en Africa, en el monte Abila. En este sitio junto a un espléndido mirador terminaba la reserva natural. Ese dia llegamos al hotel con los pies deshechos, pero los descansamos en la playa metidos en el agua para ir a cenarnos después unos pescaditos en el Salas. El último dia de nuestro viaje volvimos a pasar a Gibraltar para hacer unas compras y tomarnos la última pinta en el Aragon House cuyas especialidades como el Shepherd’s Pie, o el hígado encebollado, tendremos que probar cuando en breve volvamos, probablemente en invierno con el fin de pasar menos calor y poder moverte más a gusto.
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