Puertos de montaña y Gerardo Diego

Otro de los dias de nuestro recorrido por las Merindades, llegamos hasta el puerto de Lunada, de 1.300 metros de altura, via Espinosa de los Monteros donde dejamos de lado su mercado semanal de los martes. Nuestra intención era llegar hasta el Mirador de Covalruyo que se encuentra muy cerca de la cima, en una curva cerrada. Tras subir un montón de empinados escalones, llegamos al mirador para disfrutar de las mejores vistas del impresionante valle glaciar del Miera. El paisaje que admiramos de verdes laderas sin apenas vegetación, fue resultado de la masiva deforestación que sufrió la montaña pasiega durante los siglos XVI, XVII y XVIII. La gran cantidad de madera necesaria para hacer funcionar las fábricas debastó toda esa zona cántabra, lo que obligó a importar parte de la madera desde Burgos. Allí hubo más de 10 millones de árboles que fueron talados, asi como 50.000 hectáreas de bosque que fueron arrasadas, por eso el paisaje que hoy se puede admirar en el alto valle del Miera, aunque es muy bonito, no es el que tenía que haber sido. Desde allí se puede observar el Resbaladero de Lunada, construido durante la época en la Carlos III, quien nacionalizó la Fabrica de Cañones cántabra y sirvió para llevar la madera desde los bosques de la montaña pasiega hasta la Real Fábrica de Cañones. Se trataba de un gigantesco tobogán de algo más de 2.000 metros de longitud y unos 800 metros de desnivel.
Pero en realidad, el objetivo de nuestra visita al mirador era no sólo para admirar el paisaje, sino para rendir homenaje a uno de los poetas que más admiramos, Gerardo Diego, y para ello leimos allí mismo del momumento que junto a su imagen permanece, la preciosa poesia grabada y dedicada al rio Miera que allí nace...y que así termina:
antes de agrietar los labios con la sal del puntal norte,
río Miera, quien te viera y te ve no te conoce.
En brazos de la marea, una vez luz y otra noche,
dos veces al día mueres de azul belleza salobre.
Del mirador seguimos adelante y por una entrincada carretera llena de cientos de curvas cerradas llegamos a San Roque de Riomiera, una de las tres famosas villas pasiegas y después, con más curvas cerradísimas de montaña, acabamos el recorrido en Vega de Pas, donde un fresquito vino blanco de una cosecha casera que nos ofreció el tabernero, nos quitó el ligero mareito que llevábamos encima y enseguida un delicioso cocido montañés con una quesada de la zona, nos repuso las fuerzas que necesitábamos para volver a la hospedería, pero no lo hicimos por el puerto de Estacas sino via Puerto del Escudo, que es más suave y de mayor visibilidad.
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