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Claustro flamigero

Claustro flamigero

En Oña hemos visitado el magnifico Monasterio del Salvador, del siglo XI, con una iglesia en la que destaca la largura de la nave principal, con 83 metros, donde los vecinos ponen en escena el famoso Cronicon cada año. Admirando la gran riqueza del altar con su bóveda estrellada, los retablos barrocos y la imaginería, como la talla románica del Cristo de Santa Tigridia nos pasamos un tiempo de lo más entretenido, pero para mí, la joya del claustro del siglo XVI, con su patio gótico, representación del cielo en la tierra con su fuente, los canales y abundante vegetación,  me pareció una maravilla. La calificación de estilo flamígero es palpable porque realmente parecen llamas ardiendo los adornos de sus góticas arcadas. Como aquello fue panteón real, hay numerosos sepulcros tanto en el interior en forma de arcas de madera de nogal ricamente talladas con escenas de la Resurrección y decoradas con sargas hispano-flamencas, con baldaquino, donde está enterrada la realeza de Castilla, Navarra y Leon; como las del exterior en el claustro en forma de tumbas adosadas a la pared norte que tienen unas frases de lo más pintorescas: "aqui yacen Rodrigo y Elvira y ambos están ya gozando sobre las altas bóvedas del cielo estrellado", o esta otra: "Gomez y su fiel esposa Urraca contemplan cómo se pasan los frios inviernos y las gratas primaveras y cómo nada hay durable bajo las bóvedas del cielo". Destacar que cuando Alfonso X  El Sabio estuvo de visita en el Monasterio y vio la portada de Santa Maria que hay en el claustro, le impresionó tanto que le dedicó una de sus famosas cánticas. A la salida disfrutamos de un vino y unos pinchos riquísimos frente a la fabulosa portada del monasterio, admirando las esculturas de los Reyes navarros, leoneses y castellanos.

Por la tarde descubrimos en Medina la zona del rio de Villacobos y en uno de sus parques nos tomamos una cerveza al aire libre, pues dentro de este frio veranito, ese día hacia muy buen tiempo. Luego comimos unas cazuelitas de callos y de patas de cerdo con salsa de pimientos choriceros al estilo bizkaino en el Inesita que estaban deliciosas. Cuando volvimos a casa, una equivocación en mi sentido de la orientación, nos hizo volver via Pancorbo, pasando por Oña, y ya que estábamos allí, paramos para tomar un café admirando de nuevo el Monasterio que acabábamos de visitar un par de días antes y de paso llevarnos una caja de cerezas, las más rojas, dulces y gordas que hemos comido este verano.

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