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Paseando en Burgos

Paseando en Burgos

Llegamos a la hospedería del convento de Santa Clara en Medina de Pomar un caluroso jueves por la tarde de este mes de julio. El apartamento que nos reservaron era muy parecido al del año pasado, bonito, cuco y soleado, con vistas a las montañas que rodean Medina y en medio de la verde entrada a la iglesia del Monasterio que data de 1313 y está repleta de los tan familiares escudos Velasco de sus fundadores. Enseguida fuimos a saludar a Cipri, y nos alivió ver que tenía mejor aspecto que el año pasado. Me cortó de su jardín las rosas rojas de la foto, porque se las iba a llevar como promesa y homenaje a San Martin de Porres al dia siguiente,  viernes. Esa mañana, tras oir misa junto a las monjas de clausura, subimos la Mazorra para llegar a Burgos. El dia estaba esplendoroso y la ciudad presentaba, como es habitual, un orden y una disposición llena de claridad, amplitud y limpieza. Pasear por la parte moderna, donde estaba la iglesia de San Martin, y luego por las calles medievales de su casco antiguo tras saludar a San Lesmes, calmaba el ánimo y  a la vez divertía e invitaba a quedarte... qué diferencia con la actual Vitoria. Nos sacaron la foto frente a su Catedral y nos comimos en uno de sus bares de siempre, sus pinchos típicos: cojonudo y cojonuda, con un fresquito vino Rueda. En el asador Peña nos esperaba un delicioso cochinillo asado precedido por morcillas, pimientos y choricillos a la brasa que junto con el vino Ribera nos supo a gloria, tal como esperábamos. A la vuelta, paramos en Cernégula, el lugar de la hipnotizante charca en el que las brujas de Navarra y Castilla llegan volando para fraternizar, intercambiar novedosas recetas y hablar de sus planes misteriosos.

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