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En la capital de Albania

En la capital de Albania

En un vuelo temprano llegamos a Tirana a media mañana. Como todavía no teniamos la habitación del hotel pudimos pasear tranquilamente por sus calles y plazas y tomarnos la primera cerveza albanesa, muy rica, tipo lager e intuimos que en este mediterráneo país íbamos a comer y beber muy bien. Por la noche, la Tirana nocturna con sus edificios iluminados nos sorprendió y combinaba sus edificios históricos con la actual arquitectura de acristaladas, iluminadas y diseñosas edificaciones que contienen hotel, oficinas, apartamentos y otros usos al mismo tiempo. Su mezquita urbana de Et´hemBeu, situada en el medio de la famosa plaza Scanderbeg, acristalada, con sus frescos de paisajes musulmanes resultaba armoniosa y artística y afortunadamente sigue allí y se salvó de ser derruida en época comunista debido a que su ateo dictador, además de cargarse a miles de ciudadanos albaneses, también se cargó la mayor parte de las mezquitas, iglesias o lugares de culto, excepto las que resultaban ser un buen sitio para guardar frescas las provisiones o alimentos. Muy cerca, subimos las más de 100 escaleras de la famosa pirámide blanca que la hija del innombrable dirigente construyó en memoria de su padre, algo que no se consintió pero el edificio existe, es muy funcional, bonito y original. Al fondo de la avenida peatonal, en la universidad, había una demostración de rallies que hacían carreras a toda velocidad. Tirana estaba muy animada para nuestra costumbre de ver vacias las calles los domingos por la noche y eso nos gustó. Observamos asombrados numerosos coches de alta gama en la ciudad. Paseamos junto a la Ópera; la torre de reloj de 35 metros; el Museo nacional de historia, con un mosaico frontal representando al proletariado comunista albanés, los numerosos Ministerios de influencia italiana, de color naranja y con adornos en su fachada, construidos antes de la época comunista. La catedral de San Pablo, de forma circular y triangular representando a la Santisima Trinidad, con la estatua y vidrieras de Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta, Nene Teresa, nacida en Albania, que consiguió del nuevo gobierno post-comunista fundar esta primera catedral católica. Visitamos el museo de House of Leaves o de la vigilancia secreta, la policía Sigurimi, calcada de la gestapo. Por dentro había búnkeres y habitaciones con muchas explicaciones de aquella horrible época. Restos de artilugios y de todas las formas posibles de espionaje superaban la ficción de lo visto con Superagente 86. El otro famoso museo del mismo tema es el BunkerArt, dentro de un enorme y potente bunker que tiene bajo tierra casi el tamaño de una ciudad llena de pasadizos y habitaciones siniestras y asombrosamente construido en 1981. Dentro de él se te ponen los pelos de punta más si cabe pues es parecido al de la House of Leaves pues tienen ambos algunos elementos comunes, recuerdo la escoba con micrófono incorporado y las paredes traspasadas por finos agujeros para incorporar cámaras y micrófonos, pero éste es más siniestro todavía porque revives la tortura, el horror y el dolor del reciente pasado de este pueblo. Cuando subimos las escaleras y vimos la luz nos entró una gran paz y la gran alegría de vernos libres y no haber formado parte de esa triste historia. Nos tomamos en silencio una cerveza en el parque de la noria sentados en bancos corridos de madera y una señora nos vendió un cucurucho de pipas negras recién cogidas del girasol, como as que comíamos de pequeños. Por la noche cenamos en el Zgara te Pazari unos platos típicos albaneses muy ricos y sabrosos con salsas cremosas y salchichas a la brasa. Los camareros muy simpáticos y enrollados, bailaban, hacían bromas a los clientes y nos regalaron unos orujos de postre fuertes pero muy medicinales.

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