De visita a las Encartaciones

Ayer 18 de junio, fecha del aniversario de boda de mis padres, partimos desde Pobeña para visitar junto a nuestra santurzana amiga Yolanda, la casa de Juntas de Avellaneda, en la foto, y la ferreria del Pobal. Llegamos al Museo de las Encartaciones de la antigua casa de Juntas de Avellaneda por una carretera cuesta arriba llena de curvas y vegetación apretada entre laderas muy empinadas, oliendo la humedad del frondoso bosque que íbamos paseando. Dentro del Museo, tuvimos la suerte de poder ver una exposición temporal de tallas del medievo de las iglesias de la zona vistosamente expuestas. Después pasamos a la parte de la edificación almenada del siglo XVI donde en distintas salas se mostraban cuestiones relacionadas con la historia de las Encartaciones y referencias a la función política de los concejos que reunía esta Junta, presidida por un Teniente Corregidor y un escribano notario que daba fe de todo lo que decían los síndicos enviados por cada concejo. El edificio dejó de usarse a principios del siglo XIX al integrarse plenamente los concejos que la componían dentro del Señorío de Bizkaia, y un siglo más tarde empezaron los trabajos de restauración para convertirla en el Museo arqueológico, histórico y antropológico de la zona. Me llamó la atención el tímpano románico de la iglesia de San Jorge de Santurce, del siglo XII, que se conserva completo, y sostiene un pantocrátor, con Dios bendiciendo rodeado de los símbolos de los cuatro evangelistas y la ciudad de Jerusalén. Santurce era uno de los concejos de las Encartaciones que enviaba su síndico a participar en la Junta de Avellaneda. Tras un concienzudo repaso de lo expuesto allí, nos dirigimos carretera abajo pegados al río Barbadún, a la ferrería el Pobal de la familia Salazar del siglo XVI, que permaneció productiva durante los cuatro siglos siguientes hasta cerrar un cercano año de 1965. Dentro están las salas de museo que explican detalladamente la larga historia de la ferrería y al lado, das un salto en el tiempo y te sumerges en unas oscurecidas instalaciones donde ves ascuas ardiendo preparadas para trabajar el mineral de hierro con los útiles y herramientas de la época destinados a elaborar los utensilios domésticos y agrarios que se necesitaban habitualmente en aquellos tiempos: espadas, clavos enormes, arados, guadañas, sartenes, ollas.... Para conseguirlo estaban dotados de carboneras, fuelles, horno de fundición, yunques y un martillo de forja inmenso junto a las fraguas, aunque lo fundamental para desarrollar la actividad era el suministro de agua que provenía de una gran presa con canales que llegaba directamente a la ferrería y movía la gran rueda de madera del molino de agua que accionaba el martillo pilón con el que los herreros daban forma al hierro candente para poder conseguir elaborar los utensilios solicitados. Al lado del recinto, también había industria molinera de trigo y maiz ya que se aprovechaba el agua de la presa cercana para impulsarlos. Junto al río había un bosque de verdes bambús altísimos donde nos hicimos fotos escondidos entre esta exótica vegetación. Después de habernos empapado de tantos conocimientos, nos supo a gloria la comida que tomamos en el Ibaialde regada con txakolí fresquito de allí. Por la tarde nos dimos un buen paseo por la zona oeste de Cobarón, caminando junto a los acantilados por la antigua vía del férreo tren. La mar estaba calmada y el paisaje brumoso y relajante.
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