De nuevo en Labraza

Ayer domingo, vispera de la llegada de nuestro querido Celedon, lo pasamos en la villa amurallada de Labraza, al abrigo de sus muros en la casa de los Palacio-Diaz. Nos esperaba una comida deliciosa... allí Mikel el sobrino, excelente cocinero que controla las brasas como nadie y se esmeró como siempre dedicándonos su preciado tiempo a cocinarnos asados al sarmiento, nos puso unas lubinas asadas que nos chupamos los dedos, tanto, que con los aperitivos a base de langostinos y esparragos ya no pudimos con el impresionante marmitako que nos habia preparado Maite. Afortunadamente nos lo trajimos para casa y nos ha sabido espectacular. Ilde nos recibió con uno de sus mejores vinos, un blanco fresquito de Barriobusto, que se toma solo de lo bien que entra y de postre, el esperado broche final cada vez que vamos allí y es la espectacular trenza de hojaldre logroñesa que con su cremita y sus nueces se deshace en la boca. Para reposar tan suculenta comida nos sentamos a la orilla del paseo de ronda que circunvala la muralla de Labraza soñando con hacernos algun dia con el derrumbado cubo de la muralla que hace esquina y que bien restaurado lo convertiriamos en nuestra torre del homenaje junto con el patio de armas que a modo de recinto tiene el resto de la parcela intra-muros. Tras disfrutar de la suave brisa, nos recorrimos todo el perimetro de la villa saludando a los vecinos que por allí andaban haciendo lo mismo que nosotros, disfrutar de una soleada tarde con las vistas tan estupendas que tiene esta villa de las sierras y montañas de alrededor, innombrables de la cantidad de picos que hay, aunque yo me quede con la del León Dormido.
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