Turquia en noviembre

Gracias a un billete-premio de la Turkish que nos costó un triunfo canjearlo y muy expectantes porque contratábamos con una agencia local y nos quedaba esa duda de cómo de formales llegarían a ser, llegamos al inmenso aeropuerto de Estambul. Tal como nos indicaron, reconocimos el letrero de referencia enseguida y nos condujeron en una furgoneta nueva e impecable al hotel. El conductor nos hablaba tranquilamente por medio del traductor del móvil haciéndonos unas risas y relajando el ambiente. Este invento del traductor debe recibir un premio nóbel por lograr facilitar la comunicación en la torre de Babel que sufrimos en este mundo. El hotel era muy céntrico y al dia siguiente, tras desayunar con quesos y aceitunas turcas, ya estábamos en 5 minutos en el punto de reunión: la salida de la Cisterna Basilica. Durante 2 dias nos llevaron de excursión con cuatro personas más, un dia por la zona moderna y otro por la de los principales monumentos otomanos. Recordamos de las veces anteriores los palacios, monumentos y mezquitas de esta bulliciosa ciudad; paseamos de nuevo por el Bósforo y por el puerto y disfrutamos viendo a los pescadores en el puente de Galata. Tras las excursiones, una gran cerveza nos hacia descansar y reposar las vivencias del día. Acabadas las visitas a la capital, nos pusimos en ruta hacia el sur del país por la costa. Llegamos a Gallipolis, ciudad de batallas, en pleno estrecho de los Dardanelos. Bajamos hasta Troya con su caballo habitable y sus 9 ciudades una encima de la otra. Subimos en teléférico a la acrópolis de Pérgamo. Llegamos a la bonita bahía de Kusadasi y fuimos a ver la espléndida Efeso y la casa de la Virgen, lugar de peregrinación de Papas. Visitamos Pamukkale con sus deslumbrantes piscinas naturales y la ciudad a la que beneficiaban estos baños termales, Heliópolis. De aquí y con pena, volvimos en avión a Estambul, donde tuvimos todo un dia libre más para seguir admirando los tesoros del museo arqueológico, la Cisterna por dentro, comernos un bocadillo de pescado junto a las lanchas del puerto y cenar en el Otantik, un restaurante muy romántico. Muy agradecidos al buen trato de la agencia local, a sus excelentes guías y a Basaq, nuestra contacto en todo momento, volvimos a casa en un dia soleado de otoño.
Ha sido una de los mejores viajes que hemos tenido en mucho tiempo, todo ha resultado fácil y amable y nos dejará muy buen recuerdo para siempre.
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