Ciudad romana

Itálica está a 8 km de la capital, y nos gustó porque está situada en una despejada y suave ladera muy ventilada y cuesta arriba, con un anfiteatro que albergaba 25.000 espectadores y una zona de ínsulas muy buen definidas demarcando las parcelas que ocupaban cada una de las casas de estilo romano que allí había. Tuvimos una guía muy simpática que nos explicó el funcionamiento de este colosal anfiteatro de 40 metros de altura construido en la epoca de Trajano y Adriano, allá por el el S.II para acoger a las clases altas y adineradas de la nobleza. Nos describió cómo eran los gladiadores: bajitos y con un manager que les daba formación y entrenamiento continuo. Al contrario de lo que se cree y hemos visto en las películas, no se le mataba al final de la función, pues era un hombre espectáculo que daba dinero y al que había que sacarle rendimiento. Sí se mataba en cambio al condenado que salía en primer lugar. Al que salía a la arena en segundo lugar se le dejaba muy fastidiado pero se salvaba y luego en tercer lugar salia este gladiador que siempre vencía aclamado como una celebridad por todo el aforo. Para que actuara y como era un esclavo, había que firmar un contrato con cláusulas muy detalladas donde se fijaba la indemnización que debía dar a su familia en caso de muerte, asi como otros aspectos muy bien definidos en sus numerosas cláusulas. El bestiario lo componían animales de la zona, toros, jabalíes, linces, etc…de los que se han encontrado restos, pero nada de tigres y leones. En Roma sí se han encontrado porque quizás los traerían desde Africa a la capital del imperio, pero no así en Hispania. Las jaulas se subían a la arena con unas poleas y allí quedaron reflejadas estas marcas. Hay unos curiosos pies labrados en el mármol del suelo que si los comparas con los tuyos puedes adivinar la altura de estos luchadores. Junto a ellos, ves un juego del 3 en raya que utilizaban para matar el tiempo mientras esperaban llegara su turno. Aquello era muy lujoso y su finalidad era divertir y entretener a aquella sociedad tan jerarquizada y hedonista. En cuanto a la vida de los nobles patricios que vivían allí como dioses terrenales, sin dar palo al agua y cobrando las rentas de los bajos de sus casas que alquilaban como locales de todo tipo de comercio, nos contó que sus altezas comían y cenaban fuera casi siempre, excepto alguna fiesta que hacían en su casa, para lucirse, apoyados en sus tricliniums alrededor de los preciosos mosaicos de sus suelos y las pinturas de sus paredes, pues lo principal era demostrar lo que tenían, que se viera bien. Se echaban la siesta a la hora "sexta", iban de compras, visitaban las termas, y no se perdían ni una fiesta disfrutando de su ociosidad, pero tras el fin del imperio romano y la finalización de aquella dorada época, todo aquello fué abandonado, quedando nada mas que unas ruinas desoladas. Itálica fue terminada de expoliar y destrozar en el S.XIX para construir el pueblo de al lado, Santiponce y probablemente el monasterio de S.Isidro (y eso que los monjes colaboraron en las excavaciones arqueológicas). Además se llevaron las paredes del anfiteatro para las fábricas que convertian la piedra en cal. También se comentó la afición de la Condesa de Lebrija a la arqueología y cómo compraba a principios del S.XX todo lo que le ofrecían para decorar con mosaicos maravillosos los suelos de su palacio de la capital. Pero aun asi y gracias a que fueron tapados por el tiempo, todavía se siguen descubriendo restos y antiguas construcciones de las que van apareciendo mosaicos magníficos. Por allí vimos que estaban los arqueólogos trabajando, recuperando y limpiándo unos mosaicos inmensos y maravillosos.
Siempre me ha gustado la forma que tenían las casas romanas, cerradas hacia fuera y abiertas hacia dentro con su patio, fuentes y jardines en el centro y al aire libre para hacer la vida alrededor de ellos.
0 comentarios