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El duende de Sevilla

El duende de Sevilla

Llegamos a Sevilla pensando que la disfrutaríamos por completo en cinco dias...y aunque estuvimos acompañados de un tiempo suave y cálido cumpliendo objetivos, al final nos dimos cuenta que fue tan poco el tiempo que anduvimos por allí, que nos perdimos lo mejor, el duendes de sus calles. El primer dia, descubrimos la ciudad de noche, una estampa bellísima, con sus luces reflejadas en el Guadalquivir desde el barrio de Triana. Callejeamos un poco por la ciudad, tomando nota de las distancias que nos esperaba recorrer el resto de la semana. Al dia siguiente, empezamos con muchas fuerzas el recorrido yendo a la Torre del Oro a ver su museo con referencias al descubrimiento y la vuelta al mundo de Elcano y Magallanes. Subimos hasta arriba del todo mirando los horizontes e imaginando el trajín de gente y la afluencia de barcos cargados de oro que en época medieval llegarían río arriba a sus muelles. Luego subimos por el barrio de Santa Cruz y conocimos los palacios de Pilatos y de Dueñas, con sus patios y estancias tan andaluzas y elegantes. El tercer dia estuvimos en el Archivo de Indias admirando el Tratado de Tordesillas y otros documentos valiosisimos; por la tarde entramos en los inmensos Reales Alcázares llenos de azulejos, yeserías, historia, estanques y jardines. El cansancio empezaba a hacer mella, pero nuestro afán era cumplir objetivos y así lo hicimos. La mañana del tercer dia la dedicamos a pasear por todo el barrio de Triana visitando su mercado, sus históricas iglesias y un par de cervecerías; por la tarde vimos el palacio de la condesa de Lebrija que alberga en sus suelos una impresionante colección privada de mosaicos romanos de Italica. El cuarto día y tras coger fuerzas desayunando las potentes tostadas con jamón y aceite que nos ponían en nuestro bar favorito de Bormujos, nos relajamos en el Parque de Maria Luisa, donde me hice la tercera y mejor foto que tengo junto al monumento al amor de Becquer, y es la mejor porque estaba por fin junto al que es y será el verdadero amor de mi vida. Después vimos detenidamente el completo museo de infantería al lado al estanque de la exposición de 1929 y recorrimos las balconadas de coloridas y pintorescas cerámicas que bordean el semicírculo del estanque. La tarde la reservamos para estar en la joya de la corona sevillana: su Giralda y su Catedral, subiendo a lo alto de su campanario y dejándonos llevar por la magia y tesoros que se esconden en su interior. Cansados pero muy satisfechos de todo lo que habíamos visto esos dias, lo celebramos con una sabrosa cena de picoteo sevillano y bien de champán. El último dia, camino de Huelva, fuimos a ver la cercana Itálica.

Durante estos dias también probamos entre visita y visita, alguna que otra de sus tabernas castizas del barrio de Santa Cruz, como la de Juan Tenorio, pero nos quedamos con las ganas de ir a conocer más, asi que tendremos que volver para poder saborearlas como se merecen, con tiempo y sin prisas, ya que todo lo que disfrutas en Sevilla es una pura maravilla.

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