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En la Ribeira Sacra

En la Ribeira Sacra

La tercera semana de octubre estuvimos recorriendo los alrededores de Ribeira Sacra. Nuestro principal objetivo era navegar por el rio y ver los viñedos de sus empinadas laderas que casi desafían a la gravedad. Como hay dos cruceros que no se cruzan y cada uno recorre un tramo distinto, un dia fuimos al crucero de arriba y otro al de abajo. La sinuosa y estrecha carretera llena de curvas y cuestas iba trazando el contorno de las paredes del cañón por donde transcurre el Sil y lucía preciosa con la tupida vegetación otoñal rebosada de colores. Enseguida vimos la central eléctrica de la presa del Sil que embalsa de forma natural el río por la zona donde más se estrecha el cañón. Al llegar al embarcadero de San Estevo, el paisaje del agua se ensanchaba para hacerse navegable con una profundidad de 120 m nada menos, de los cuales 60 están bajo el agua. Tuvimos suerte de tener sitio sin haber hecho previa reserva. Nos iban llamando por nuestro nombre para ir entrando al catamarán y aunque fuimos los últimos en entrar, conseguimos sitio en la primera fila de la parte descubierta del barco. El trayecto duró hora y media y fue muy relajante, aunque tuvimos que bajarnos a la zona cubierta porque empezó a soplar el ligero viento habitual que precedía la apertura de las nubes para soltar uno de los muchos aguaceros que padecimos durante toda nuestra estancia en Orense. En las paredes de piedra de colores ocres que enmarcaban el cauce del rio, si afinabas la imaginación veías las figuras de animales y seres en piedra que iba indicando el guía. El río trazaba meandros y se veían algunos viñedos en la parte de Lugo, pero para verlos mejor tuvimos que ir al crucero que partía desde Abeleda. Allí llegamos dos días después lloviendo a mares por unas estrechas carreteras curvosas conduciendo durante una hora casi a oscuras por lo temprano que era, hasta llegar al río bajando desde Castro Caldelas por una carretera más curvosa y larga todavía que las de la carretera inicial. Finalmente llegamos al embarcadero de Abeleda para subirnos al catamarán que sale del otro lado opuesto al cañón del Sil, donde pudimos observar inmensas extensiones de viñedos en las escarpadas laderas de esta zona. Menos mal que el barco tenía cristales en el techo para protegerse de la lluvia y cuando escampaba aprovechábamos para sacar fotos del panorama desde las zonas descubiertas del barco. El paisaje de esta excursión me gustó más que el del primer crucero, aunque hubiera preferido hacerla en silencio, qué manía tienen con poner músicas ratoneras que te desconectan de la relajante naturaleza que ofrecen estos románticos paseos fluviales.

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