Encuentro afortunado

Cuando estuvimos en la localidad de Brihuega, objetivo principal de nuestro viaje a Guadalajara para conocer sus campos de lavanda, dedicamos un buen tiempo a pasearmos entre sus casas blasonadas y comprobar la calidad de su galardón como uno de los pueblos más bonitos de la península. Mientras callejeábamos por sus calles vestidas de lujo pues se estaba celebrando el festival de la lavanda, y por todas partes lucían flores gigantes, guirnaldas y todo tipo de adornos en color violeta, continuamos recorriendo la villa entre medievales edificios, pasando por debajo de arcos y puertas junto a refrescantes fuentes admirándonos de su belleza. Así llegamos a lo más antiguo del pueblo, donde en una gran plaza se apretujaban edificios de un color tierra especial bordeados por una alta muralla y acompañados de verdes sombras relajantes. Allí había de todo, iglesias, como la de Santa Maria de la Peña, antiguos conventos, un castillo, palacios, mansiones blasonadas, museos, plaza de toros con profundas vistas a la Alcarria y un interesante pasado árabe. Mientras estábamos leyendo el cartel que hablaba de los encierros tan famosos de esta villa, junto al Convento de San José y el colegio de Gramáticos, en un jardincito donde había una escultura de un toro bravo, pues aquí son famosos sus encierros, una chica muy amable nos invitó a visitar su casa que estaba justo allí mismo. Como insistía y nos inspiró confianza, nos dejamos guiar por ella hacia su interior. Al entrar todo era de un gusto impecable y sencillo. En el hall que hacía de sala de espera, colgaba un tapiz junto a una estantería llena de libros; una escalera de piedra con escalones amplios conducía arriba a más estancias y salas repletas de más librerías abarrotadas de más libros. Luego salimos al jardín tan bien cuidado, con mullido césped inglés, arboles e higueras y con la muralla como tapia natural, su pequeño huerto que parecía un parterre, la plaza del toros y otras vistas más bonitas del paisaje de montes suaves que rodea Brihuega. Todo muy armonioso. Nos sacamos unas fotos juntos junto al arco apoyado en la muralla y volvimos a entrar en la casa. Ella nos contó cosas de su vida, muy interesante por cierto y cercana a nuestra tierra, y nos explicaba otras cosas que nos daba la sensación que ella creía que nosotros ya las conocíamos, pero ni Pedro ni yo entendíamos muy bien su discurso. Como a menudo se refería a "nuestro Manu" estábamos cada vez más perplejos. Nos gustó que nos dijera que se alegraba que fuéramos de Vitoria pues ella habia estudiado en la Veracruz y conocía a gente de nuestra ciudad. Los nietos estaban viendo la tele y nos asomamos al balcón de esa sala que daba a la plaza donde nos habiamos encontrado. Al entrar, va y nos regala un libro que casualmente estaba en la mesa junto a otra librería abigarrada de libros, donde se veía a un señor asomándose a ese mismo balcón. Miramos el autor: Manu Leguineche. Miramos las paredes y en ese momento descubrimos que había posters de Manu y cantidad de fotos de sobremesa suyas. Ella era nada menos que su querida hermana, quien ha estado siempre a su lado, pero esto fué algo que supimos días después buscando información por internet. Todo el rato había estado hablándonos de Manu y nosotros sin enterarnos!!!! Y resulta que encima esa plaza se llama la plaza del gran Manuel Leguineche y nosotros sin leer el cartel entramos en su casa!!!! Y su casa es la antigua casa de Gramáticos !!!!!!! Poco después, sin habla, paralizados por la emoción, nos despedimos de Rosa con la sensación de que no iba a ser la última vez que nos relacionáramos, porque gracias a su calidez como persona, fué como si te hubieras encontrado con alguien que conocíamos de siempre. Cuando salimos, tuvimos que sentarnos en un banco de la plaza porque no dábamos crédito a lo que nos había ocurrido y allí nos quedamos como fuera de órbita procesando lo vivido y pensando qué maravillosa es la vida que nos ofrece estos regalos tan preciosos en forma de encuentros mágicos… luego fuimos hacia la plaza de toros y Rosa pasaba conduciendo en su coche con sus nietos, nos saludó y volvimos a despedirnos. Seguimos meditando el episodio durante todo el viaje conscientes de que hemos tenido una suerte inmensa porque, aunque todavía no se nos ha pasado la vergüenza de haber cometido este fallo tan gordo de no haber reconocido de entrada la figura de tan ilustre y maravilloso escritor, ese mágico episodio nos ha abierto la puerta definitiva para disfrutar de la obra de Manu en profundidad, algo que de otra forma no lo hubieramos conocido. Qué pena no haber ido a Brihuega unos años antes para haberle conocido en persona y compartir con él unas copas de nuestro rico vino rioja que tanto le gustaba.... pero por otro lado, felices porque nos queda Rosa, su mejor legado, la gran mujer que ha acompañado a este gran hombre y nos lo ha dado a conocer, una persona maravillosa con quien ya estamos comunicándonos mágicamente por watsap.
0 comentarios