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De bodegas por Cadiz

De bodegas por Cadiz

Estos dias que hemos estado en Cadiz, ibamos con 2 objetivos, uno: visitar a mi amiga Geli y el otro visitar 4 de sus bodegas: empezamos por la de La Gitana, en Sanlucar, luego la de Tio Pepe en Jerez, después la de Osborne en el Puerto de Santa Maria y para finalizar la de Barbadillo de nuevo en Sanlucar de Barrameda. De las 4, la que menos nos gustó fue la de Tio Pepe, quizás porque no nos encontramos a gusto entre tanta gente e idiomas cruzados, incluido el idioma jerezano cerrado con el que nos ilustró el guia. Esta bodega está muy dirigida hacia el turismo extranjero. Un audiovisual mareante y marketinizado a tope, con chicas vestidas de Tio Pepe, quizás por el tema de las cuotas de igualdad, no tenian gracia. Sus toneles o botas, firmadas por quien del mundo mundial y de la época de la historia desearas ver su firma te hacian sospechar si eran auténticas. Los toneles firmados por la realeza eran de un peloteo descarado. El anónimo e inmenso lugar de catas no era acogedor.... esto y más cosas le daban un toque artificial, te llegan a hartar y te hace desear marcharte cuanto antes. En cambio la de Osborne, tan glamourosa, con su museo del famoso toro de carretera, las naves de altura inmensa con sus paredes con moho ancestral, el olor penetrante de sus vinos, su cata generosa, su tienda de cuidados diseños, resultaba tan elegante y chic con su discreta puesta en escena que salimos encantados. La de La Gitana también nos gustó mucho porque te transportas de inmediato al pasado, es austera y autentica y el olor te hipnotizaba. Además, nos sacaron las catas con la "venencia" directamente de las botas y nos explicaron de maravilla el proceso de elaboración de sus vinos. La de Barbadillo tuvo un plus especial: verla en pleno funcionamiento trasegando vino de las criaderas a las soleras y con los camiones dispuestos a salir repletos de botellas. Esto nos dio la sensación de que funcionan de maravilla, pero sus 5 catas sin mojar nada, nos dejaron tan tocados que tuvimos que ir a toda velocidad a Casa Perico a ponernos tibios a los exquisitos langostinos de Sanlucar y de paso, otra tanda más de pescaditos fritos, tan ricos y crujientes que se te deshacían en la boca. Después de comer y como al lado de la bodega estaba el castillo de Santiago, donde la reina Isabel la Catolica vio por primera vez el mar con ocasión del tercer viaje de Colon a las Americas, fuimos y lo visitamos. Tras admirar las hazañas del viaje de Elcano y Magallanes, tan bien narradas en su museo, subimos los más de cien escalones de la torre del homenaje para sentir lo que la reina sintió en su momento. Las vistas expectaculares de la desembocadura del Guadalquivir merecieron la pena el esfuerzo, y allí arriba, al sol y al aire, se nos pasó la tarde muy agradablemente.

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