Cartagena de Indias

Ya nos advirtieron que de lo más que nos iba a gustar de Colombia sería Cartagena de Indias. Aunque preferimos las zonas llenas de naturaleza, la verdad es que Cartagena tiene de todo y se siente algo muy especial paseándola. Con sus 11 km de ciudad amurallada, sus calles balconadas y floridas, sus continuas ventanas encañonadas mirando al mar, el fuerte de San Felipe y sus rincones donde descubres lugares entrañables como la placita donde se rendia homenaje al valiente Blas de Lezo, nos enamoramos de la ciudad. Estuvimos alojados en una casa colonial, el hotel Alfiz, en una gran estancia de dos plantas dedicada a San Pedro Claver, el defensor de los esclavos y la inmersión en el ambiente de la época fué profunda y muy agradable. Además el paseo por la ciudad consigue relajarte, serán sus típicas calles y plazas, el museo del oro con la cultura zenú de enterramientos, los edificios castellanos blasonados, las recargadas iglesias barrocas, todas las murallas que bordean el mar, lo fácil que es trasponerte a la época en la que los piratas asediaban la población por sus bahías de Bocagrande y Bocachica, el convento agustino de la Popa, la universidad, el laberíntico fuerte de San Felipe, el monumento a los zapatos viejos junto al de Blas de Lezo, ese perpetuo ambiente festivo, la costa vista desde el mar, las terrazas llenas de gente y de música y ese viento que azota caliente y te hace perder el sentido. De todo el viaje que hicimos, ciertamente es el único sitio que me gustaría volvería a visitar.
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