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Puerto ciclista

Puerto ciclista

Otro dia decidimos ir a Francia, pero primero fuimos a ver la estación eléctrica Carboneco Neoelectra y la piscifactoría de Nacarii que estaba justo al lado. Desde la alambrada vimos cómo seleccionaban los esturiones,  los atrapaban con una red, les metian en una bañera y les examinaban, devolviendo al agua la mayor parte de ellos, imagino que devolverían los que no tenían las huevas del preciado caviar que ellos comercializan. El trabajo era inmenso porque levantar a pulso unos peces tan grandes requiere mucho esfuerzo y tiene que ser agotador. Siguiendo carretera adelante llegamos a Les Baigneres de Luchon por el puerto de Portillon, de 1.300 m de altura, con unas vistas impresionantes y lleno de curvas de herraduras. Luchon es famoso por sus aguas termales, tiene un balneario moderno y al lado está el decimonónico que le precedió estilo Belle Epoque asentado en una plaza florida con hoteles antiguos a su alrededor, rehabilitados y relucientes con sus balcones de hierro forjado y sus fachadas adornadas de esculturas. Visitamos el balneario moderno y la iglesia Notre Dame de la Assomption, diferente a las nuestras, donde el organista estaba ensayando. Me recordaba al Santuario de Lourdes. Callejeamos por una ciudad muy tranquila y silenciosa, con muy poca gente, casi todos de nuestra edad. La calle Mayor tenía bares, restaurantes y tiendas pero muchas estaban cerradas por fin de temporada. Me hubiera gustado quedarme en una Creperie que llevaba anotada pero tambien estaba cerrada y como los "plat du jour" que anunciaban algunos restaurantes no ofrecían nada interesante, consideramos que Luchon ya estaba visto y decidimos coger el camino de vuelta con destino a Les para comer aquí algo a la brasa. Entre medias paramos en la bonita cascada de Sidonie y también en un mirador donde había un monumento con los nombres  de los ciclistas españoles que un día ganaron el Tour de Francia, destacando Bahamontes e Induráin. Bajamos le Portillon entre curvas cerradas y llegamos a Les. Allí comimos en un restaurante sobre el río Garona al que veíamos fluir con fuerza en busca de su desembocadura en Francia. El sol empezaba a darnos en la mesa y tuvimos que aproximarnos a la mesa de una pareja francesa de nuestra edad que estaba al lado, disfrutando de una apatitosa paella con su sangría, algo que hemos observado en toda la ruta pues hay numerosos restaurantes que ofrecen este combinado levantino que estos franceses se pirran por degustar. Nosotros preferimos las cosas que preparan a la brasa y comimos muy a gusto en esta refrescante terraza protegida del sol, un rico menú de ensaladas, una catalana con embutidos y la otra de un espumoso rulo de queso de cabra con frutos secos, luego un par de generosos entrecots de buey a la parrilla con pimientos verdes y patatas fritas caseras que estaban divinos. Todo fue tan delicioso y abundante que no pudimos pedir postre y nos lo sustituyeron por un café e infusión. Luego para bajar la comida y aunque ya lo conocíamos, paseamos hasta San Blas bajo el castillete medieval del otro día y estuvimos sentados a la sombra de un tupido árbol disfrutando de una brisa suave y cálida alargando esa tarde otoñal tan bella, preludio de nuestro fin de estancia en este inmenso paraiso de hipnotizantes montañas.

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