Noche de fados

No podiamos perdernos esta original oferta que proponían los del restaurante portugués OMoinho. Una cena especial acompañada de música y canciones en directo no se ve en nuestra ciudad desde tiempos antidiluvianos. Además, teniamos más motivos para hacer otra celebración en este sitio, como el recuerdo que guardábamos de la romántica cena de san Valentín, como su fiesta portuguesa con motivo de San Juan con verbena incorporada y como que me habían caido hacía poco unos dividendos totalmente inesperados...por todo ello y como es nuestro deber y salvación agradecer por lo que somos y tenemos en tiempo presente ya que la vida se encarga de traer sus penurias sin buscarlas en su vertiginosa montaña rusa de acontecimientos, nos apuntamos con ganas y esperamos con ansias a que llegara pronto esta noche. Las expectativas que albergábamos se quedaron cortas porque la velada transcurría con tanta alegria y felicidad que cada vez nos sentíamos más a gusto allí. La cena estuvo estupenda. Al vino verde que tanto nos gusta le acompañaron unas vieiras, jamón aromático, arroz caldoso marinero y cochinillo asado como plato principal. Pastelitos de arroz con una copita de Oporto y sorbete de limón fueron el postre..... y de mientras.... sucedía lo mejor de la noche, que fue sin duda la puesta en escena de estos tres magníficos artistas del fado tocando virtuosamente las guitarras portuguesas y llenando el espacio la delicada voz de la cantante. Los 3 artistas nos hicieron vibrar en un mar de sensaciones voladoras. Aunque no somos muy amantes de la música melancólica de los fados, que era lo que esperábamos, y los que se cantaron de este tipo consiguieron erizarnos la piel, la suerte nos sonrió porque la mayor parte del repertorio fueron canciones alegres y festivas que nos movían los pies y nos animaban a dar palmas en todas ellas. Cada canción la aplaudíamos a rabiar, no era para menos, y así estabamos a la espera de la siguiente pieza. La noche acabó en un hermanamiento entre músicos, dueños del local y el personal que lo llenábamos. Ya dicen que la música es el territorio donde nada nos hace daño porque saca lo mejor de ti mismo sin saber por qué. Por supuesto que sonó la de Maria la Portuguesa, cómo no, y la verdad es que cantada por esta genial intérprete nos gustó mucho más que la versión original. Ella consiguió transformar las letras de las canciones en amor que volaba por el aire.
Después de más 2 horas de recital salimos de allí con el espíritu tan elevado que llegamos a casa y nos tumbamos en la terraza callados a mirar las estrellas silenciosas mientras tomábamos un refrescante gintonic.
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