Cerca del mar

Aunque nos llamamos todas las semanas, hacía tiempo que no veiamos a Begoñita y como ese martes de octubre amaneció regaladlo con el esplendor de verano, bajamos hacia la costa de Cantabria. Tras darnos un inmenso abrazo con ella, pusimos rumbo al oeste y recorrimos los 30 km que nos separaban de visitar uno de los sitios que mas nos gustan: Santoña. Yo aquí sí que podría verme viviendo por temporadas, porque me gustan estos pueblos de vida menos turística que algunos de los de su alrededor. Me encantan las marismas que la rodean, las vistas hacia Laredo y el mar, la playa urbana, ese olor a anchoillas que provienen de las conserveras, su casco viejo tan animado junto a la plaza, su mercado y los bares de picoteo como éste donde comimos unas rodajas de choricillo y unos pimientos fritos servidos en papel de estraza. Luego comimos al aire libre y al sol en un restaurante junto al kiosko de la musica, nos tomamos en otra terraza un gintonic y así poco a poco, charlando con esta incombustible y divertida mujer con la que vuela el tiempo a su lado, fue cayendo la tarde y la oscuridad nos marcó el punto final del día.
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