Vientos, olas y buen vino

Para olvidar la dureza de este año que ha sido muy angustioso con historias familiares que podian haberse evitado o tratado de otra manera, nos fuimos camino del mar, que relaja y da fuerzas. Estuvimos alojados en un lugar precioso de Baiona ubicado en una fortaleza medieval y rodeado de mar por todas partes menos por una, como se define a las peninsulas. Como hubo temporal toda la semana, disfrutamos desde la ventana del espectaculo de las olas rompiendo por toda la costa y sufrimos con gusto sus vendavales, arriesgando el tipo, pero más nos podian las ganas. Nos levantábamos con la Virgen de a Roca enfrente y las espumas del mar debajo de ella. No todo era estar disfrutando de sus acogedores muros leyendo sin prisa en los butacones de sus salones con una buena copa de vino Mencia, por lo también fuimos a hacer alguna excursión. LLegamos a Laguardia y volvimos despues de 13 años, al monte de Santa Tecla. No sé cómo no salimos disparados acantilado abajo por la fuerza del viento. Después, algunos lugareños nos dijeron muy gráficamente que los habiamos tenido "muy bien puestos" para haber subido justo ese dia de alertas disparadas, a tan maravilloso lugar desde donde apenas pudimos ver la desembocadura del Miño debido a la niebla, a la lluvia y a que el viento no nos dejaba enfocarlo, pero disfrutamos de su curioso museo arqueologico que daba bandazos y nos dejaba los oidos embotados y de un café poco gustoso en un bar cuyas paredes y el papel de las servilletas estaban mojadas por la condensación. Galicia es una tierra para repetir a menudo, por sus paisajes, su comida, su bebida y sobre todo por sus gentes que siempre te reciben muy acogedoramente.