Canales imperiales

LLegamos en tren de alta velocidad a esta ciudad, en su momento capital de las Rusias, tan diferente a Moscú. Su salida al golfo de Finlandia y los multiples canales que la atraviesan con más de 400 puentes, muchos de ellos cargados de arte, pinturas y esculturas, nos elevaron el bajo ánimo que traiamos de Moscú y nos entraron ganas de corretearla. Por su extendida parte histórica, los edificios bajos y señoriales cargados de barrocos detalles y esculturas poderosas y llenas de dramatismo, nos hacian desviar la mirada a sus gloriosas fachadas admirados por el gusto y exquisitez con el que construyeron la regia ciudad que desde no hace mucho tiempo recuperó su inicial nombre: San Petesburgo. El Ermitage, palacio de invierno, un museo dentro de otro museo nos emocionaba delante de los pocos pero preciosos y conocidos cuadros de la escuela española, italiana y flamenca que siempre han servido de ejemplo de la buena pintura y que recordabamos de la escuela. Sus famosisimas escaleras, impresas en los libros de arte de colegio y donde pudimos sacarnos la foto, destacaban por su armonia; las salas enmarcadas por las maravillosas vistas al mar, albergaban una recargada y exagerada profusión de detalles sin ninguna otra funcion mas que la decorativa, y enseñaban al mundo un derroche disparatado de construcción y decoración de sus estancias con todo tipo de materiales nobles y carisimos, constatando el lujo desmesurado en el que vivian sus habitantes y el sentido que quisieron darle, pretendiendo competir en poderio con el resto de las cortes europeas y permaneciendo ajenos al mundo, mientras en la calle un mal destino presagiaba el horrible final de una debilitada monarquia convencida de que su vida estaba por encima de la del resto de los mortales, ya que siempre se merecerian lo mejor debido a la suerte de haber nacido en alta cuna, extorsionando en esfuerzos y oprimiendo hasta la muerte por frio e inanición a su pueblo pues todo su lujo era a costa de quienes llamaban sus súbditos. Pero lo positivo fué que aquellos tiempos legaron al presente los mas bellos palacios de la ciudad, palacios de la familia y de su corte que ahora disfrutamos y que han sabido restaurar e iluminar llenando de magia artistica la ciudad y que junto a las iglesias y catedrales como la de San Isaac, la de Kazan y otras, forman un conjunto esplendoroso. Fachadas con atlantes sosteniendo columnas, esculturas de doma de caballos en los puentes, parques boscosos plagados de fuentes y adornos, plazas inmensas con esculturas imposibles desafiando la gravedad colocadas en un altisimo pedestal; el precioso palacio Yusupov de la hermana del ultimo rey Nicolas II, cuya descendencia todavia vive y donde apuñalaron a Rasputin despues de no haberle surtido efecto el veneno que le dieron ni la inmersión en las aguas heladas del rio Neva. Todo ello hace grandiosa a la ciudad. Para mas lujo y rematar todo esta esplendidez, tienen el palacio Peterhof en las afueras, palacio de verano de Pedro I el Grande, cuyas estancias son coquetas, de exquisito gusto francés y en resumen, bellisimas, y para completarlo por fuera, las fuentes de sus jardines junto al golfo impresionan, compitiendo con las de Versalles y el agua surge de las inmensas esculturas doradas y potentes recordando los triunfos de sus batallas contra el mundo. San Petesburgo nos gustó tambien porque es fácil de pasear, tiene mucho ambiente con bares y restaurantes interesantes que te encuentras por toda la ciudad, sobre todo por la avenida mas grande, la Nevsky, donde encuentras confiterias de atractivos escaparates y musica dentro en directo; la cafeteria Singer de la antigua fabrica de maquinas de coser albergando una enorme libreria de 2 plantas donde encontré el libro de cocina rusa en castellano; mas bares y restaurantes de diversa temática como los georgianos con su comida a la brasa u otros igual de atractivos con su carta o su pizarra en el exterior del local, con inmensos escaparates a la calle que invitaban a quedarte y con gente amable y acogedora. A este lugar sí volveremos algun dia porque se nos quedaron pendientes algunas cosas por ver y disfrutar, y también para volver a pasear en sus barcazas por sus canales, de madrugada con los puentes elevados en las noches blancas de junio cuando no se pone del todo el sol, que debe ser muy romántico.
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