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Moscu en directo

Moscu en directo

El rio Moskova recorre la ciudad en forma de herradura y brillan en su cauce imponentes edificios elegantemente iluminados que tampoco pasan desapercibidos durante el día. A ambos lados de la orilla se suceden embarcaderos donde la gente sale y entra de la barcaza que utilizan como medio de transporte rápido y bonito porque las vistas son muy hermosas y románticas. En su curva principal aparece grandioso el Kremlim con la espectacular catedral de San Basilio; edificios ministeriales; edificios gemelos construidos en pináculos de diferentes tamaños para aligerar su volumen, estadios deportivos, puentes y esculturas brillan en la noche que se reflejan en el rio de forma armoniosa y tranquila.  Fue lo que más nos gustó de un Moscú que no tiene casco histórico más allá de su pequeña plaza roja. La ciudad tiene unas distancias tan enormes como sus edificios; los parques son bosques, todo está muy limpio y hay mucho museo como la maravillosa galería Tetriakov con sus antiguos iconos insuperables. Seguro que hay vida cultural albergada en edificios  monumentales de estilo estaliniano de imponentes proporciones, pero apenas ves niños, gente mayor, perros o alguien que no sea autóctono. Coches modernos y lujosos alejan la sensación de país comunista, y la gente tan poco amable no te hace sentir el acogimiento que nosotros les ofrecemos.  Se recorre bien en metro, un lugar artístico único en el mundo pero con un toque decadente a tope. No hay escaparates en las calles y los letreros no se entienden, por lo que no sabes a simple vista dónde están los bares para tomarte una cerveza, o los restaurantes para investigar sus cartas y elegir cenar a gusto donde mas te convenga, asi que la cosa no se pone fácil si no recurres a los restaurantes o supermercados de los centros comerciales de comida rápida que surgen cerca de las bocas del metro. Aun asi y aunque algún día tuvimos que recurrir a comida preparada de un súper cercano al hotel, que por cierto estaba muy buena, sí que encontramos de refilón dónde poder reponernos de tanta caminata y llevaremos muy buen recuerdo de un restaurante francés donde cenamos y nos atendieron de maravilla. Visitas a sus iglesias y catedrales que gozan de una decoración interna colorida e impresionante que ya la quisiéramos nosotros, con sus iconos de Andramaris doradas y de mirada dulce sosteniendo al niño; asistencias de refilón al pomposo culto impartido por unos popes vestidos con unas ropas liturgicas exageradamente lujosas, ritos ortodoxos que profesan llenos de canticos y mucha parafernalia. Tamnién pudimos disfrutar del entrañable monasterio de San Sergio, lugar de peregrinacion y pudimos observar la prfunda religiosidad de esta gente, aunque quieran dar al mundo la sensación de no importarles el tema. Una pena que los letreros y señales en las calles sigan sin traducir sus caracteres cirílicos, como ya se hizo en San Petesburgo, y no puedas callejear libremente sin ayuda de la gps para poder llegar al hotel. La verdad es que no fue de nuestro estilo la ciudad porque nos pareció  fría de sensaciones e inabarcable, asi que podía haber sido más gustosa la visita pero ni las bodas que vimos carecian de romanticismo. No nos hemos quedado con ganas de volver de momento a esta ciudad tan estalinianamente seria, aunque realmente haya merecido la pena visitarla y su vodka sea muy bueno. 

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