Blogia
Innnspiracionessss.....

Dia retorcido II

Dia retorcido II

No sé qué pasa este año que se nos resiste la playa de Zumaia y nos está costando disfrutarla. Cuando estamos libres, no coincide que haga buen tiempo como para que podamos bajar para pasar un día playero mojándonos y secándonos al sol con su brisa y me preocupa que ya estemos con casi la mitad del verano transcurrida y todavía no hayamos conseguimos nuestro objetivo: pasar un día agradable bañándonos y tomando el sol. Este sábado 29 de julio las predicciones del tiempo no eran malas, asi que como teníamos tantas ganas de ir, me levanté pronto para hacer la comida, meterla en tuppers y poner rumbo a la costa. Sabíamos que íbamos a encontrarnos con la operación salida, pero tuvimos suerte porque nuestra vía de bajada estaba bastante ligera de tráfico en comparación con la de subida a Vitoria que iba a tope de coches con los maleteros rebosantes y se presentía que sus conductores llevaban muchas horas al volante, muy probablemente con destino al sur y a pasar el estrecho. Dejamos la autopista cuando llegamos al cruce de salida donde la carretera es de doble sentido y nos pegamos un buen susto porque un coche estaba adelantando a una manada de ciclistas y veíamos que se nos echaba encima, afortunadamente el abs del nuevo coche funcionó a la perfección y el otro coche pudo terminar su maniobra, pero el cuerpo se te queda temblando. En pocos metros encontramos más manadas de ciclistas, por lo que tuvimos que ir a su paso hasta llegar al aparcamiento, ya que era imposible pasarles pues la distancia que hay que respetar de metro y medio, por mucho que no venga nadie de frente, no te deja hacerlo porque circulan pegados a la línea medianera paralelos en filas de 2 o 3, en vez de ir por el arcén en fila india, y aunque tienen todo su derecho, entorpecen mucho la circulación y se juegan un accidente. Yo creo que son conscientes del peligro que corren de que un adelantamiento les pueda arrollar pero me parece que a más de uno de ellos le gusta provocar situaciones límites. No quiero extenderme porque este es un tema muy caliente en nuestra ciudad, donde ciclistas, coches y peatones no hemos llegado todavía a un mínimo acuerdo de saber cuáles son nuestros derechos y también obligaciones y el ayuntamiento tampoco ayuda a que se cumplan las normativas. En fin. El caso es que llegamos a la playa, plantamos la sombrilla y observamos que aunque la mar estaba en proceso de bajamar, las olas y la resaca eran muy fuertes. Nos paseamos por la orilla pero sin bañamos por no llenarnos el bañador de arena, así que lo dejamos para la tarde después de comer esperando amainara la tormenta submarina. Después de tomarnos una cervecita a la sombra de la sombrilla, me di cuenta de que no teníamos cubiertos, ni servilletas ni mantel y encima el pan y la fruta se habían quedado en el coche. Qué desastre. La ensalada campera estaba muy buena pero eso de coger con los fingers los canónigos mojados en vinagre francés, no era muy agradable. Las anchoas rebozadas también estaban muy buenas, pero no las comimos tan a gusto como otras veces por la falta de pan. Después de descansar tumbados un rato, volvimos a la orilla con la intención de bañarnos. Los vigilantes de la playa nos quitaron media playa para dejarla a la escuela de surf y eso nos mosqueó. Además un señor que suele nadar todos los días con sus aletas, allí estaba parado frente al agua diciendo que ese día no se metía al agua pues las olas no le iban a dejar nadar a gusto. Nosotros, como habíamos bajado para bañarnos nos metimos al agua aunque las olas encabritadas explotaban con fuerza encima de los bañistas y el agua se nos metia dentro del bañador llena de la arena suspendida que llevaba. Enseguida una ola traicionera me mojó el pelo estropeándome la coiffure de dos días antes y lo de saltar olas o bucearlas para evitar los golpes en el cuerpo al estrellarse las olas me tenía muy entretenida hasta que me di cuenta que Pedro estaba de pie en la orilla. Yo le decía que se metiera al agua pero él ahí seguía como una estatua y cuando me restregué los ojos llenos de arena para poder enfocarle mejor me di cuenta que un lado de la cara lo tenía más oscuro. A medida que iba aproximándome veía que aquella mancha le llegaba al pecho y me di cuenta que era la sangre que le salía a borbotones de una herida que se había hecho en la frente al chocar contra la cabeza de un niño al que también le había arrastrado la ola hacia la orilla. Los socorristas de la playa poco pudieron hacer más que limpiarle la herida y ponerle una tirita y como la cosa no era muy grave esperamos a secarnos y tomarnos la última cerveza fresca que nos quedaba antes de dirigirnos hacia el ambulatorio de Zumaia que, después de buscarlo y rebuscarlo bajo el solazo de la tarde, estaba cerrado y nos dirigían al de Zarautz. Con las mismas pusimos rumbo a casa y la cura se la hicieron en el ambulatorio de Olaguibel donde le atendieron rápido y de maravilla poniéndole unas sujeciones de puntos de papel en la herida. Mientras estábamos en la consulta, alguien limpió con baldes de agua el inmenso y aligerado popó que su perrito había dejado en la acera y que fueron a parar justo debajo de nuestro coche entre las dos ruedas laterales de la derecha. Qué asco. Tuvimos que llevarlo al lavadero de Trianas donde le aplicamos con fuerza chorros jabonosos a presión para borrar aquellas huellas. De vuelta a casa, y tumbados en las hamacas de la terraza norte, no nos podíamos creer la paz que por fin sentíamos tras tanta peripecia del día, que aunque no grave, fui fastidiosa y consiguió calificar este día de retorcido…. A ver si lo conseguimos a la tercera.

0 comentarios