En Avila

Avila estaba esplendorosa este fin de semana de octubre. Un lugar mágico rodeado de potentes y protectoras murallas que albergaban mucha vida en su interior. La restauración de la ciudad la ha convertido en un museo al aire libre y pasear lentamente por sus calles medievales fué todo un placer. Sus edificios memoriales enmarcados en pequeñas plazas ajardinadas le daban un toque de quietud y calma para pasearse a gusto. El ambiente de la calle y sus bares con tapas animaban a quedarte sentado dejando pasar el tiempo relajadamente. A destacar la cena que hicimos en la Posada de la Fruta y su menú Degustávila disfrutado en su plazuela restaurada semejando una corrala donde nos sirvieron unos cuencos con alubias, sopa de ajo y patatas revolconas precedido por unos aperitivos que casi nos llenaron y temiamos no poder acabar el plato principal, todo un chuletón de ternera de Avila con su divisa clavada, que lo comimos por pura gula de lo tierno y exquisito que estaba. Al da siguiente la emocionante misa del peregrino en la Catedral presidida por el obispo de Avila en la que tuve el honor de leer una de las lecturas, puso punto final a nuestra visita de una ciudad tan hermosa. De camino a casa paramos en Fuensaldaña donde nos pusimos tibios a corderito asado en la bodega la Nieta.