Acantilados

Si algo tiene esta costa alentejana son sus inmensos farallones de vértigo que van subiendo en altura a medida que se aproximan al cabo de San Vicente donde ya superan los 100 metros de altura. Para bajar a sus playas, no disponibles en marea alta, tenias que armarte de paciencia ya que la cuesta abajo era tan abrupta que solo se podia llegar por escaleras o descendiendo unas cuestas empinadisimas como era el caso de la playa urbana de Zambujeira. Para llegar a Alteirinhos, la otra playa al lado de casa, tenias que bajar y luego subir 200 escalones y para arribar a Cartagem, ya en la costa de Aljezur, la broma suponia superar los 296 escalones, pero el esfuerzo siempre merecia la pena. Sus aguas siempre estaban heladas y tenias que bañarte con mucho cuidado porque eran traicioneras y te podian arrastrar, y no habia pocos carteles con el anuncio de playas con corrientes peligrosas. Hubo una playa que nos gustó mucho, la de Arrifana, con mas surfistas que bañistas con un puerto pesquero muy curioso, en paralelo a la costa cuya bajada en coche creo que superaba lo permitido para pendientes. El caso es que en todo este mes lo que mas hemos hecho ha sido mirar al mar y no nos hemos aburrido en absoluto haciendo algo tan simple y relajante como disfrutar de un paisaje marino todos los dias diferente. Ha sido una pena no poder sentir alguna de sus estimulantes tormentas cargadas de vendavales, rayos y truenos, pero para ello tendremos que ir en invierno. Al tener esta zona un aire tan puro hemos podido ver estrellas fugaces, constelaciones, aviones y satélites surcando el cielo. La experiencia ha sido muy valiosa y la potencia de un mar tan poderoso nos ha dado fuerzas para llegar a casa con las pilas recargadas.
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