Poesia en Berga

Como comentaba en el post anterior, esta celebración empezó y terminó con una comida de fraternidad soldadesca sin poder concluir el programa inicial donde se había dispuesto terminar el día con una cena seguida de baile por todo lo alto, para lo que yo llevaba en mi maletica mis mejores galas y lucimientos con tacones imposibles. Pero no por ello nos quedamos compuestos y sin fiesta, ya que teníamos un plan B que consistía en acudir al recital de poesía al que nos habían invitado los de l’Aduana, el bar de paredes de piedra donde el día anterior estuvimos tomando su pintxopote catalán regado con cava de la inauguración de pintura que tenían recién expuesta y entablamos conversación con sus majísimos dueños que nos trataron de maravilla y nos explicaron lo del evento de la poesía de los sabados a la noche. Así que allí nos fuimos, nos colocaron en una mesa en primera fila y mientras nos comíamos las tostadas de pan con tomate y embutidos, nos bebimos mano a mano una botellita de un helado cava Mas d’Anoia escuchando a los rapsodas que recitaban en catalán con voz tan armoniosa que, aunque no entendíamos bien el idioma, adivinábamos lo que querían transmitir y sentíamos esa pasión que transmite una poesia bien narrada. Con fondo de melodía suave de guitarra fueron desgranando con voces femenina y masculina, relato tras relato y nosotros sorbe que te sorbe acabamos la botella suavemente entrando en un estado de relajante somnolencia hasta que en una de estas el rapsoda se dirigió a nosotros y viendo que no éramos de allí, fueron tan majos que tuvieron la delicadeza de decirnos que nos iban a dedicar en castellano la siguiente poesía y fué la emocionante folletinesca de amor de El seminarista de los ojos negros, de Miguel Ramos Carrion, un poeta del siglo pasado genial. Este fué el broche de oro que puso fin a los pocos días que estuvimos de nuevo por estas tierras y a las que volveremos porque siempre nos sorprenden agradablemente.