Olor a mar

Este viernes de diciembre tenia ganas de sentir la humedad del mar y aunque el dia estaba muy lluvioso, aprovechando tambien que teniamos que entregar a nuestra antigua compañera de trabajo Arantza en Bibao los documentos de su definitiva jubilacion, bajamos hacia la costa de Santoña que hacia muchos años que no visitabamos y nos recorrimos su paseo maritimo en una mañana donde el cielo estaba muy animado con sus continuos cambios de colores, rachas de viento y lluvia revoloteada. Con pena porque se nos hacia ya tarde y sin poder tomar un aperitivo de rabas que tanto nos gustan, fuimos hacia Argoños donde teniamos cita en la Traina, pero la del barrio de Ancillos, y allí por fin tomamos las rabas y luego comimos de maravilla comida marinera con muchos bigotes y rechupeteos, y fué tan abundante que parte de ella nos la trajimos de vuelta porque no la pudimos terminar. Por la tarde y para despejar los efluvios del Barbadillo, paseamos por la playa de Berriá que está justo al lado de Argoños sorteando las olas que tapaban nuestras huellas horadadas en la arena y amenazaban con su espuma hipnotizante calarnos los pies y llevarnos mar adentro. Asi estuvimos respirando salitre hasta que nos anocheció. Relajados emprendimos un viaje de vuelta que resultó muy pesado por el ataque a los ojos de los focos de los miles de coches que salian en busca de un largo fin de semana y nos cegaban en cada curva reflejando sus luces en el agua de la lluvia y en lo mojado del asfalto. Tras una exquisita y divertida cena en casa de Arantza volvimos a casa entre mas chaparrones pensando que de un momento a otro la única que faltaba ese dia por aparecer, la nieve, nos iba a dar la lata en nuestra subida por Altube, pero afortunadamente debia estar citada con alguien más en otro lugar y pudimos llegar algo mas tranquilos, aunque muy cansados, y descansar de un largo y fructuoso dia.
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