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Ciudad del Cabo y el Cabo de Buena Esperanza

Ciudad del Cabo y el Cabo de Buena Esperanza

Esta ciudad y la península donde está enclavada es espectacular, llena de vida, muy cosmopolita, a la última en todo, abierta, glamourosa y alegre, donde la gente sabe divertirse y sale a disfrutar la vida y encuentras un poco de todo el mundo, la verdad es que allí te sientes muy a gusto. Enclavada en un lugar lleno de acantilados y playas formando bahías de una belleza inigualable en las que te puedes perder a gusto y volver enseguida a la civilización. Un nivel de vida muy alto y unos edificios super modernos acristalados te conducen hacia el Water Front para descansar en sus terrazas de la fatiga del día, en unos muelles y unas instalaciones portuarias recuperadas donde se albergan centros comerciales futuristas, todo tipo de divesiones, una noria gigante, un acuario de especies propias, cines, teatros y bares de gran capacidad al aire libre con música en directo pero que cuando anochece se apagan con el día. Allí la llegada de la noche es muy importante, todo el mundo duerme, no ves a nadie en la calle. Pero fuera de la ciudad pionera en trasplantes de corazón en cuyo hospital Bardnard realizó el primero del mundo, te encuentras con un paisaje excepcional que pudimos disfrutar de camino al cabo de Buena Esperanza, al lugar mas meridional de Africa, donde se juntan los mares Atlantico e Indico. En la foto el pico rocoso apunta como una flecha el lugar donde se juntan ambos mares. Bahías y playas con acantilados altisimos se repetían a cada vuelta del curvoso camino, pero eran todas distintas y cada cual mas bella que la anterior. Unas estaban habitadas por pingüinos, otras por focas, otras por surfistas, todas ellas tesoros de arena cargados de vegetación. Al dia siguiente fuimos por recorridos de interior y visitamos 3 viñedos, que comenzaron su andadura nada menos que en el siglo XVI con los primeros colonizadores holandeses y lucían al mas puro estilo falkon-crest, haciendo catas de vinos en una bodegas ultramodernas y lujosas que combinaban la estructura de acero y cristal con decoración de estilo tradicional y muebles de época realmente elegantes. Además, visitamos jardines botánicos, fortalezas, museos y mientras estuvimos allí nos alojamos en un potente y curioso hotel, el Mandela Rhodes, diseñado al estilo de la carcel donde pasó Mandela nada menos que 27 años de su vida y que su patio central donde desayunábamos estaba repleto de las frases que espiritualmente han dado la vuelta al mundo y están ayudando a vivir a todos los sudafricanos en paz olvidando los tristes tiempos del apartheid.

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