Shalom desde Belén

Aunque fué una corta excursión de unas pocas horas por la tarde, pasar a Palestina que es donde se encuentra este lugar santo fué impactante. De entrada te topas con el muro de seguridad tan alto y de puro cemento, luego empiezas a pasar por unas zonas donde todo cambia de manera radical, es zona en su mayor parte musulmana, muy diferente a la gente que ves a solo 7 kilometros, las construcciones cambian, el aspecto de la gente también, el guia tuvo que ser palestino pues un guia israelí no es admitido en esta parte del mundo, allá cada uno con sus razones, el caso es que ver un arbol de navidad altísimo lleno de bolas rojas junto a la iglesia de la Natividad alegra e impacta todavía mas y así fué como nos aproximamos a la puerta de solo 1,20 metros de altura que tiene esta iglesia apenas restaurada desde su construcción encargada por la madre de Constantino, Santa Elena. Dentro el ambiente de vela, la falta de iluminación, la oscuridad inducida por la humedad y paredes que olvidaron su color, restos de pinturas en las columnas, mosaicos en las paredes que milagrosamente todavia quedan en pie, nos entretuvieron mientras haciamos cola para pasar al sancta-sanctorum, al lugar donde se produjo lo mejor que ha pasado nunca en la historia del mundo: el nacimiento de Jesus. La estrella de plata de catorce puntas que señala el lugar del nacimiento es el lugar donde la emoción se concentra, donde no sabes si es cierto lo que ves del respeto que te produce, de lo maravillosamente que te encuentras, del amor que tuvo que haber en aquél lugar que todavia se irradia habiendo pasado mas de 2.000 años, junto a la estrella está el pesebre, el lugar donde José dejó a su hijo nada mas llegar a este mundo. Lo dije y lo repito, ya me puedo morir tranquila, he sentido y tocado el lugar donde realmente alguien vino al mundo a salvarnos y por eso sobran las palabras, no se puede decir mas, solo sentirlo.