Un adios definitivo

No me olvidaré nunca de este 23 de febrero porque a las 5 de la tarde me desligué de la casa donde viví hasta los 19 años. Fué duro y liberador al mismo tiempo, pero la vida continua y no puedes aferrarte a algo que ha quedado muy atrás y no tiene sentido. Quien ahora la va a disfrutar me transmitió una interna satisfacción de saber que va a ser muy feliz viviendo su nueva vida y formando allí su propia familia. Sus ojos se impresionarán con estas vistas del puerto, de los barcos que entran y salen, los ruidos de un lugar en continuo movimiento y el olor a salitre que toda lo inunda. El viento que sopla del norte y las tormentas racheadas serán sus preocupaciones nocturnas pues tendrán que estar atentos a que nada perturbe la gran terraza, la protagonista de la casa, el lugar de reunión en el verano y la atracción principal de las visitas. La casa volverá a revivir después de tanto tiempo en agonía y se convertirá en un lugar fresco, joven, divertido; en un renovado marco que presenciará los grandes proyectos de futuro que pondrán de inmediato en marcha. Estoy segura que ese futuro les deparará todo lo mejor.