Al este de Vielha

El objetivo principal de nuestra visita al Valle de Aran era visitar su patrimonio de iglesias románicas y comenzamos a cumplirlo a primera hora de la mañana del primer dia de estancia allí. Tras desayunar vimos la iglesia del mismo Vielha, la de San Miguel de Mijaran, con su famoso Cristo gótico del Desprendimiento, que tiene una mano en el costado que es la de Juan de Arimatea cuando le bajaba de la cruz. Este Cristo desapareció antes de la guerra civil y lo devolvieron desde Suiza en los años 40. En esta composición escultórica estaban también los 2 ladrones que crucificaron junto a Jesús y la presencia de estos dos ladrones suele ser muy rara. Se cree que se hizo para combatir las herejías de quienes negaban a Jesús. Un gran órgano ocupaba la capilla derecha del altar. El retablo contiene tablas de San Miguel, acabado por arriba en forma de cruz y en las naves hay unas interesantes pinturas murales, como las de la boca del infierno que conocía del curso de Manuscritos Medievales. La siguiente iglesia planificada era la de San Esteue, en Betren, pegando a Vielha, pero ni pudimos entrar ni siquiera ver su fachada principal, sólo observamos una torre rodeada del cementerio. La verdad es que no sé para qué la anuncian en la ruta de iglesias románicas cuando ni siquiera puedes entrar. En ruta de nuevo, llegamos a Sant Peir de Escunhau a 6 km al este de Vielha. Entras y te tropiezas con el cementerio pegando a la puerta, la iglesia es muy pequeña pero luce bonitos capiteles de caras, pies geométricos y ajedrezado. Luego le tocó el turno a Santa Maria de Arties, preciosa, del Siglo XIII, dentro vimos un retablo de medio punto de tablas de madera con una talla gótica de la Virgen. En el techo podías apreciar claramente unas pinturas grandes del juicio final y otras de Dios con los apóstoles. Las columnas también contenían pinturas de gran tamaño de S.Cristóbal y S. Antonio y a los lados, pequeños retablos barrocos con gran profusión Santos. Se complementaba con un coro de madera de 2 pisos. Fuera, aparecían restos de un castillo que se derribó en la batalla de los Segadores del S. XVII. La siguiente fue la Iglesia de San Juan, única gótica en su totalidad. Se cree que fue de la Orden de los Templarios, de ahí lo de la Orden de San Juan de Jerusalén. Fue hospital de peregrinos, después perdió su sacralidad y fue residencia de la Armada, almacén de cemento...ahora es una sala de exposiciones. Continuamos llegando a San Andreu en Salardú, a 8 km hacia el este que alberga el Cristo gótico de madera policromada, famoso por ser lugar de peregrinaje. Gracias a su intercesión los hugonotes perdieron la batalla, y con las armas que se dejaron, se construyeron las rejas que encierran la talla del Cristo en el ábside. Pinturas del martirio de San Andrés y de muchos Santos en las columnas cercanas al altar. Una capilla alberga la talla de San Andrés. Me llamó la atención la pila bautismal y una pileta de inmersión que había al lado. Después de Salardú paramos en Santa Eulalia de Unha, una pequeña iglesia por donde pisas el cementerio nada más entrar en su recinto. Tenía tres ábsides pequeños. Como ya era el mediodía y todo estaba cerrado en Unha, bajamos a Salardú y comimos en una terraza de una Brasería, la famosa olla aranesa seguida de cosas a la parrilla: verduras, secreto y costillas asadas, con un vino y un postre de crema catalana y pastel de queso deliciosos. Siguiendo con nuestra planificación, fuimos a Tredos, un pueblo precioso y bien cuidado. Paseamos por el río donde había una bonita cascada y subimos hasta su iglesia Santa Maria de Cap D’Aran de Tredos que se lleva el premio a la iglesia más alta en un pueblo donde todo son cuestas de muchísima inclinación. La iglesia tiene una torre exenta con troneras. La portada es pequeña con un crismón y un par de columnas a cada lado con unas ménsulas curiosas de caras amables. Tiene tres ábsides a diferentes alturas porque también caen en cuesta. Una puerta lateral con una inscripción de Ave Maria, grandes dimensiones. Una pena no haber podido ver sus pinturas murales. Como quedaba cerca, aunque no había iglesias, fuimos a ver Baqueira Beret. Parecía un poblado fantasma. Mucho bloque de casas estilo pirenaicas pero ni un alma. Todo cerrado. Nada de nada, ni un bar…todo muy artificial, como si se hubiese quedado parado el último día de la temporada de nieve esperando que llegue algo que le saque de ese estado de letargo. Parecía el escenario de la película El Resplandor. De allí acabamos la excursión del día y vimos que sólo nos habíamos desplazado 12 km en línea recta pero con tanto camino montañoso entre medio para subir hasta los pueblos que visitamos la verdad es que hicimos un centenar de ellos. Nos acompañó el buen tiempo y fue un día muy aprovechado donde aprendimos muchas cosas interesantes.
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