En Atapuerca

Muchos conocimientos sobre la evolución de los homínidos recibimos en la visita a las excavaciones de Atapuerca y en la zona que hay para la interpretación de la forma de vivir de nuestros ancestros. Hace años que visitamos el Museo de la Evolución en Burgos capital y nos faltaba completarlo con la puesta en escena en el lugar de estas excavaciones tan importantes a nivel mundial. Hemos sabido que lo del eslabón perdido y la famosa Lucy que estudiamos en la escuela es una teoría obsoleta. Ahora por lo visto, y con las nuevas tecnologías, parece que la evolución no ha sido lineal y que el homínido no descendía del mono, que es sólo su primo. Que si decían que veniamos de Africa es solo porque no hay restos conocidos de mayor antigüedad, pero ahora las excavaciones chinas y otras que están realizándose en el mundo pueden darnos una sorpresa sobre esta hipótesis. Parece que homínidos ha habido siempre y por todo el mundo y que las migraciones hicieron que entre ellos se encontraran, se aparearan y que de ese intercambio de culturas y mestizaje surgieran mejoras en la especie, algo comprensible y creible. El caso es que aunque un mono pueda pintar con un lapiz agarrado entre su pulgar y dedo indice o un elefante pinte arte abstracto con su trompa, el hecho de que los humanos podamos tocar y presionarnos la punta del dedo indice con la del pulgar, ha sido la marca definitiva de que somos una especie única. El estudio de las comunidades de aquellas épocas da resultados curiosos, como que eran intolerantes a la lactosa, mayormente diestros, artífices de sofisticadas herramientas, capaces de representar arte, demostrar talante espiritual y adornarse con todo tipo de ornamentos. Da respeto saber que desde hace millones de años estamos en este planeta, que hemos sobrevivido a muchas dificultades y por eso no nos hemos extinguido como ha ocurrido otras especies, es algo emocionante. Es una suerte haber llegado hasta el dia de hoy evolucionando mental y físicamente o por lo menos intentándolo.
Por la tarde realizamos una interesante visita a la Mina de la Esperanza, de mineral de hierro, que cesó su actividad a finales de los años 70. El guia nos explicó la forma de trabajar en aquella mina en la que siempre se ofrecía trabajo y en la que sólo murió una persona tras fallar una detonación. Tras subir y bajar grandes pendientes de bajo techo para ver las vetas abiertas del mineral, desembocamos en un curioso museo con carteles humedecidos en sus paredes que hablaban sobre la historia, propiedades y ubicación de otras minas que ya conocemos y unos curiosos tubos de plastico transparente colgados del techo que contenían diferentes tipos de mineral.
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