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Haciendo tiempo en la costa

Haciendo tiempo en la costa

Hacía mucho que no nos asomábamos al Cantábrico por la zona del Itxaslur, el paseo que va desde la playa por los acantilados donde antes se comerciaba con el mineral de hierro. Estábamos haciendo tiempo para ir a la notaría a firmar una venta que estaba esperando hacerla desde casi 10 años, de ahí la cara de satisfacción. Qué mal lo he pasado con ese asunto, mezclado de problemas de todo tipo y con la familia de por medio obstaculizándolo todo. Estos 2 últimos años no he podido vivir ni feliz ni tranquila, pensando todo el día en el riesgo que estaba sufriendo con una propiedad heredada que no me daba mas que disgustos; viviendo lejos de ella y teniendo que dejarla en manos de alguien que no la ha cuidado nada; un edificio que se hacía pedazos por no cuidarse por dentro y sobre todo por fuera al no haberla renovado nunca desde sus años sesenteros. Lo peor era soportar el riesgo de que esos cascotes pudieran impactar en la gente. Esto me ha supuesto muchas noches en blanco. Desbordada de pesimismo y sentimientos negativos, he amargado la vida a la persona que más quiero, a la que tengo a mi lado, pero no podía evitarlo ni superar el miedo ni la desesperación. Además, el arquitecto con quien se contrató, estaba desaparecido y la pandemia remató la mala suerte paralizándolo todo. De mientras los cascotes seguían cayendo. Cada dia que pasaba, la angustia interna escalaba un peldaño mas. Al final, las obras, gracias a nuestro abogado y tras un retraso de año y medio, terminaron. Afortunadamente, la pesadilla acababa por este lado pero mi intención era venderlo, no para hacer negocio sino para poder empezar a vivir tranquila soltando ese lastre y quitandome de encima ese inmenso agujero negro que me había absorvido toda la energía. No podía imaginarme que en mayo, en el mismo mes que lo puse a la venta, iba a cumplir mi deseo. Como el precio era muy interesante, pude venderlo al encontrar una pareja joven y trabajadora, emprendedora y ilusionada que ahora tendrán que coger el testigo, trabajar y crear allí sus propios negocios y proyectos. Cuando salí de la notaría con mi escritura de venta en la mano, parecía que se hubieran disparado los fuegos artificiales y la gente fuera por la calle feliz y dando saltos de saltimbanqui. A esta familia, mis salvadores, les deseo todo lo mejor del mundo y que prosperen como nadie. Me sentiré muy orgullosa de saber que he contribuido a que hagan realidad sus sueños y ojalá se hagan millonarios y sean muy felices, así todo el sufrimiento habrá cobrado sentido y yo me sentiré en la gloria.

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