Dentro de la bodega

El sábado con nuestros amigos de Burgos, tuvimos la suerte de poder encontrar sin reservar, sitio en una visita guiada y visitamos la bodega de Cune, que ganó el concurso del vino que se bebió en la boda del príncipe de Asturias. Nos introdujimos en un mundo especial, fresco y humedo, lleno de aromas, silencio y poca luz que cobijaba vinos de procesos de elaboración sofisticados y modernos, enriquecidos con nuevos sabores, de mejores mezclas de uvas y con posibilidad de experimentar a la carta, creando vinos de autor. Tienes la posibilidad de comprar una barrica completa de roble francés o americano, dependiendo del tipo de vino que desees adquirir, que albergará unos 250 litros, pagando el 70% por adelantado y dejando que el tiempo lo críe...por eso lo de vino de crianza, y luego sus imperiales, a los que nosotros denominamos reservas y grandes reservas. Despues de pasar por salas inmensas viendo barricas mas grandes y mas pequeñas donde tiene lugar todo el proceso y donde el tiempo se dedica a dar gusto paciente a sus obras, llegamos al cementerio de la bodega, bajo tierra, bajo la via del tren, su tesoro mas preciado, enmohecido y oscurecido por los años donde reposan las añadas que no se venden y se destinan a coleccionistas o simplemente a yacer tranquilas como testigos de su tiempo y del trabajo en armonia del hombre y la naturaleza de una cosecha ya perdida en la memoria. Estas botellas albergan un vino con muchas probabilidades de estar ya muerto, es decir, no consumible porque como todo, el vino tiene su propia vida y tambien su decadencia y final. LLenas de moho, allí fueron inmortalizadas unas botellas del año en el que acabé la carrera, mas muertas que vivas, claro. La visita a la bodega acabó con una degustación de vino blanco y tinto, enseñándonos la guia a catarlos, para conocerlos más y poder saborear al máximo los mayores sabores posibles de tan exquisita bebida de dioses. Aprendimos mucho y pasamos un rato estupendo.