Comida regional

El primer dia de nuestra llegada, teníamos reservada mesa en el parador de Plasencia, antiguo convento dominico, en el centro histórico. Cuando entramos nos ha encantó la edificación desde el primer momento. Qué paz, todo el ambiente de época tan cuidado, con esa piedra anaranjada de por aqui. El claustro acristalado es una maravilla, con artesonado mudéjar y mucha decoración antigua y moderna perfectamente conjuntada y tienes que darlo la vuelta hasta llegar al comedor por lo que se luce a si mismo. Mucho espejo, sillones orejeras altos y mucha luz. La sala capitular con altos techos abovedados con nervios rectos y curvos y por fin en la otra esquina aparece el refectorio que tambien ahora hace de comedor actual. Muy grande, con su púlpito elevado un piso y sus escaleras de piedra escondidas tras un muro que dejaba al lado el pozo y al otro lado la puerta al jardin. El techo de vigas de madera del mismo color. Las paredes de azulejos talaveranos de colores azules suaves sin brillo y la decoración de la pared tenía tapices y cuadros. Nos han dado la carta y hemos elegido migas extremeñas de primero para compartir y luego bacalao con bechamel gratinada sobre espinacas y un puré suave de patata, y una caldereta de cordero.
Otro dia fuimos a comer al Parador de Jarandilla, antiguo palacio de los Condes de Oropesa donde Carlos V se alojó de noviembre a febrero hasta que le arreglaron los aposentos de Yuste. Como era de esperar el Palacio es precioso por fuera, con un patio interior con una balconada renacentista imponente y un estanque que le da suavidad a tanta pared de piedra. El edificio se corona con torres redondas y almenadas en las esquinas, se parece a los de los cuentos, tiene hermosos jardines en terrazas y piscina. Hemos comido en su comedor decorado con escudos blasonados, unas patatas revolconas, presa ibérica y chuleta de lomo. El café lo hemos tomado al sol bajo la balconada de la foto.
Al dia siguiente y de vuelta a casa, llegamos a Valladolid a comer a la Parrilla de San Lorenzo junto a la iglesia del mismo nombre, un lugar al que tenia pendiente de acudir. Siempre me habia llamado la atención ese restaurante enclavado en el convento de los padres de la Virgen, pero no había visto por dentro su comedor abovedado y recargado lleno de cuadros y obras de arte, aunque por otra parte cálido y acogedor a la vez. Un revuelto de la región y el rico lechazo asado en horno de leña estaba realmente exquisito, la única pena es que no lo hemos podido acompañar con un buen vino de la tierra porque teniamos que conducir. Una vuelta por las porticadas de la plaza del Ayuntamiento, San Pablo, la casa de Colón y las calles comerciales peatonales nos ayudaron a bajar la comida y volver tranquilamente a casa tras disfrutar mucho de este bonito periplo por tierras del Jerte.
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